3. EL LLAMADO DEL TESTIGO FIEL. El significado profundo del llamado de Cristo al arrepentimiento

EL LLAMADO DEL TESTIGO FIEL

El significado profundo del llamado de Cristo al arrepentimiento

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Si, por el contrario, el arrepentimiento al que Cristo invita a Laodicea no ha tenido todavía lugar, ese mismo hecho nos da esperanza, ya que hay algo que nuestra actitud puede rectificar. Zacarías se refiere a un arrepentimiento que subyugará los corazones de "la casa de David, y… los moradores de Jerusalem", permitiendo en ellos la obra de purificación que hará que Cristo pueda retornar (Zac. 12:10-13:1). El "ángel de la iglesia en Laodicea" es equivalente a la expresión de Zacarías, "la casa de David", en evidente alusión al cuerpo de los dirigentes de la iglesia.

La promesa final de Cristo se dirige al mismo cuerpo, no solamente a individuos: "Al que venciere [al ángel de la iglesia de Laodicea], yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono" (Apoc. 3:21). Ese honor final se concederá a una generación, un cuerpo o pueblo de Dios que habrá respondido a su llamamiento, "¡Arrepiéntete!"
 
Profundizar en el significado del arrepentimiento no tiene nada de "negativo". Al contrario, lo que es negativo es conformarse con el estado de cosas, ya que ese sentimiento de satisfacción pospone indefinidamente la finalización de la comisión evangélica. Es totalmente falsa la idea de que una iglesia que se arrepiente no puede atraer a los jóvenes. La atmósfera de arrepentimiento es precisamente la única que puede atraer y mantener a la juventud.
 
Muchos miles en la iglesia tienen hambre y sed de una comprensión más clara de la verdad vital para estos últimos días. Sienten que la venida de Jesús ha sufrido una dilatada demora, y que nosotros –no el cielo– somos responsables. Perciben que considerar la razón del arrepentimiento y profundizar en cómo experimentarlo, es la actitud más "positiva" que cabe tomar.

El arrepentimiento "del cuerpo" no niega ni desplaza el arrepentimiento personal, individual. Al contrario, lo hace efectivo. El ministerio diario en el sacerdocio levítico, proveía para las necesidades individuales; pero el día anual de las expiaciones, proveía una purificación corporativa de Israel, como pueblo o congregación. Todo arrepentimiento es personal e individual. Pero ningún individuo puede jamás llegar aser "la Esposa" de Cristo, ya que en tanto en cuanto individuos, el pueblo de Dios lo constituyen meros "invitados" a las bodas. La "Esposa" la constituirá el pueblo corporativo de la iglesia triunfante del día final.
 
Algo ha demorado la preparación de ésta. Es un nivel de pecado oculto bajo la superficie, que según Cristo, "no conoces" (no conocemos) (Apoc. 3:17). El arrepentimiento que ese pecado profundo requiere, debe ser igualmente un arrepentimiento profundo. Por más inquietante que nos resulte, debemos afrontar con honestidad el llamamiento del Señor.
 
El arrepentimiento es ciertamente ‘pesar por el pecado, y abandono del mismo’. Pero el arrepentimiento sólo podrá ser superficial, si lo es también nuestra comprensión del pecado. Citamos rápidamente el texto, "si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad" (1 Juan 1:9), pero debemos recordar el contexto de esa promesa. No está para animarnos a una seguridad superficial, según la cual, cuando pulsamos un botón mágico, queda borrado el registro de nuestros pecados. Cuando asumimos descuidadamente que Dios puede perdonarnos pecados sin que nosotros nos demos cuenta de cuáles son éstos, Juan nos recuerda cuán fácilmente "nos engañamos a nosotros mismos, y no hay verdad en nosotros". El patético diagnóstico que Jesús hace de nosotros, "y no conoces…", significa que en realidad "nos engañamos a nosotros mismos". No podemos ser verdaderamente purificados en lo profundo, de pecados que no confesemos de forma inteligente (1 Juan 1:8,10).
 
Si un pecado se oculta a nuestro conocimiento, ¿deja por ello de ser pecado? Uno puede fumar durante toda su vida, ignorando sinceramente la nocividad de su vicio. ¿Dejará por ello de perjudicarle? "La paga del pecado es la muerte", sea que nos demos cuenta, o no, de nuestro pecado. Hay algo mucho más importante que nuestra propia seguridad personal: el honor y la vindicación de Cristo. El Señor puede no tenernos en cuenta un pecado del que no somos conscientes, pero ese pecado le produce igualmente afrenta, e impide su obra de expiación final.
 
El mensaje a Laodicea no es un juego infantil. Es Uno "semejante al Hijo del hombre", "sus ojos como llama de fuego" y "su voz como ruido de muchas aguas", quien está convocando a su pueblo a la más profunda experiencia de los siglos. Negligir su llamamiento origina confusión y apostasía, y es una bomba de relojería que apunta a la autodestrucción denominacional. Dios nos ha hablado: 

"En toda iglesia en nuestra tierra, hay necesidad de confesión, arrepentimiento y reconversión. El chasco de Cristo va más allá de lo que es posible describir" (Review and Herald, 15 diciembre 1904).
 
El llamado a arrepentirnos que Cristo nos dirige es la mayor evidencia de su amor por nosotros, y constituye nuestra mejor esperanza. 

"El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias", ¡especialmente a la última de ellas!

Robert J. Wieland, Sé pues celoso y arrepiéntete, pueblo mío.

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