3. EL LLAMADO DEL TESTIGO FIEL. La crisis espiritua de la Iglesia Adventista
EL LLAMADO DEL TESTIGO FIEL
La crisis espiritual de la Iglesia Adventista
Roland Hegstad, editor durante años de la revista Liberty, dijo que el adventismo "no está atrayendo a nuestra propia juventud debido a que todo cuanto estamos haciendo es pedirles que vengan a jugar a ser iglesia junto a nosotros" (Adventist Review, 27 febrero, 1986). El mensaje de Cristo a Laodicea no presenta para ellos aliciente espiritual, puesto que si nos hemos arrepentido con anterioridad, se deduce que a estas alturas debemos ser ya ‘ricos, y estar enriquecidos, sin tener necesidad de nada’, excepto continuar obrando como de costumbre y trabajar con más tesón.
¿Podemos albergar una esperanza razonable de ver el retorno del Señor? ¿Acaso engañó a nuestros pioneros diciéndoles que estaba "cerca", cuando sabía que tardaría aún 140 años y quién sabe cuántos más? ¿Es cierta la tesis calvinista que pretende que el Señor soberano ha predeterminado el tiempo de la segunda venida de Jesús, sin relación con una especial preparación por parte de su pueblo?
De ser así, se suscitan serios problemas que afectan al Señor mismo en orden a una dificultad ética. Dios nos ha dicho frecuentemente a través del Espíritu de Profecía que el fin está "a las puertas". Su mensajera repitió con frecuencia: "Vi que casi ha terminado el tiempo que Jesús debe pasar en el lugar santísimo, y que el tiempo sólo puede durar un poquito más" (Primeros Escritos, p. 58; 1850). "Queda, por así decirlo, solamente un momento de tiempo". "Pronto se ha de pelear la batalla de Armagedón" (Joyas de los Testimonios, vol. II, p. 389; vol. III, p. 13; 1900). Si advertencias como las citadas no eran más que falsas alarmas (‘¡que viene el lobo!’), ¿qué confianza podemos tener en el Señor? Si nos hubiese estado diciendo continuamente "cerca", "pronto", sin que Él pretendiese tal cosa, o sin velar por que lo comprendiésemos de una manera adecuada, tendríamos razones para sentirnos agraviados. Pero con total seguridad, Él no trata de ese modo a su pueblo. Si creemos que la demora es responsabilidad suya, si decimos o sentimos que "mi Señor se tarda en venir", nos estamos alistando en la compañía del "mal siervo", según la parábola dedicada a ese tema (Mat. 24:48).
Ningún adventista sincero que se entregue a esa duda podrá sobrevivir, ya que es imposible estar reconciliado con Dios en la "expiación final" mientras se alberga el sentimiento de haber sido engañado por Él. Incluso si se abriga la simple idea de que Dios ha permitido que su comprensión de la demora haya sido patentemente falsa desde el principio, será muy difícil confiar plenamente en Él. 1 Tal podría ciertamente ser el problema que subyace en una gran parte de la apostasía moderna. Existe en algunos una profunda ‘amargura adventista’, debido a que los mensajes inspirados han parecido consistir en una especie de falsa alarma, ‘¡Que viene el lobo, que viene el lobo!’.
Pero la Escritura responde claramente a esa perplejidad. Dando por sentado que Dios es soberano, ha decidido hacer que el momento de la segunda venida de Cristo dependa de la preparación espiritual de su pueblo viviente. Esa es la esencia del concepto adventista de la purificación del santuario celestial. Los muertos permanecen prisioneros en sus tumbas, en espera de ser liberados en la primera resurrección, ocurra ésta cuando ocurra. Pero los vivos pueden demorar o apresurar esa resurrección, ya que depende de la segunda venida de Cristo, la cual depende a su vez de que estén preparados para ella (2 Ped. 3:12. La mayoría de las versiones traducen speudo como "apresurar").
En la parábola, Jesús se presenta a sí mismo como anhelando fervientemente retornar, esperando solamente ese momento en el que "el fruto está maduro", ya que entonces "en seguida se pasa la hoz, por haber llegado la siega" (Mar. 4:29). En la descripción de la segunda venida, según Apocalipsis, un ángel dice a Cristo, "Mete tu hoz y siega; porque la hora de segar te es venida, porque la mies de la tierra está madura" (Apoc. 14:15). Las largamente demoradas "bodas del Cordero" se producirán rápidamente una vez que "su esposa se ha aparejado" (Apoc. 19:7). El arrepentimiento al que Cristo llama a Laodicea, est relacionado con la preparación de su Esposa. Si no está aparejada, Cristo se siente chasqueado.
"Todo cristiano tiene la oportunidad, no sólo de esperar, sino de apresurar la venida de nuestro Señor Jesucristo. Si todos los que profesan el nombre de Cristo llevaran fruto para su gloria, cuán prontamente se sembraría en todo el mundo la semilla del Evangelio. Rápidamente maduraría la gran cosecha final y Cristo vendría para recoger el precioso grano" (Palabras de vida del gran Maestro, p. 47,48).
Continuar siendo tibios y muriendo, generación tras otra, no puede ser la respuesta apropiada de su Esposa, al llamamiento de Cristo a la última iglesia.
Robert J. Wieland, Sé pues celoso y arrepiéntete, pueblo mío.
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