UN CONFLICTO CÓSMICO REAL: ANTES DE QUE SURGIERA EL MAL (II)
ANTES DE QUE SURGIERA EL MAL (II)
Antes de su caída, Lucifer era el primero de los querubines que cubrían el propiciatorio santo y sin mácula. "Así dice Jehová el Señor: ¡Tú eres el sello de perfección, lleno de sabiduría, y consumado en hermosura! En el Edén, jardín de Dios estabas; de toda piedra preciosa era tu vestidura." "Eras el querubín ungido que cubrías con tus alas; yo te constituí para esto; en el santo monte de Dios estabas, en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en tus caminos desde el día en que fuiste creado, hasta que la iniquidad fue hallada en ti." (Ezequiel 28.12-15)
Lucifer habría podido seguir gozando del favor de Dios, amado y honrado por toda la hueste angélica, empleando sus nobles facultades para beneficiar a los demás y para glorificar a su Hacedor. Pero el profeta dice: "Se ha engreído el corazón a causa de tu hermosura; has corrompido tu sabiduría con motivo de tu esplendor." (Ezerquiel 28.17).
Poco a poco, Lucifer se abandonó al deseo de la propia exaltación. "Has puesto tu corazón como corazón de Dios." "Tú... que dijiste:... ¡Al cielo subiré; sobre las estrellas de Dios ensalzaré mi trono, y me sentaré en el Monte de Asamblea;... me remontaré sobre las alturas de las nubes; seré semejante al Altísimo!" (Ezequiel 28.9; Isaías 14.13-14)
En lugar de procurar que Dios fuese objeto principal de los afectos y de la obediencia de sus criaturas, Lucifer se esforzó por granjearse el servicio y el homenaje de ellas. Y, codiciando los honores que el Padre Infinito había concedido a su Hijo, este príncipe de los ángeles aspiraba a un poder que sólo Cristo tenía derecho a ejercer.
El cielo entero se había regocijado en reflejar la gloria del Creador y entonar las alabanzas. Y en tanto que Dios era así honrado, todo era paz y dicha. Pero una nota discordante vino a romper las armonías celestiales. El amor y la exatlación de sí mismo, contrarios al plan del Creador, despertaron presentimientos del mal en las mentes de aquellos entre quienes la gloria de Dios lo superaba todo. Los consejos celestiales alegaron con Lucifer. El Hijo de Dios le hizo presentes la grandeza, la bondad y la justicia del Creador, y la naturaleza sagrada a inmutable de su ley.
Dios mismo había establecido el orden del cielo, y Lucifer al apartarse de él, iba a deshonrar a su Creador y a atraer la ruina sobre sí mismo. Pero la amonestación dada con un espíritu de amor y misericordia infinitos, sólo despertó espíritu de resistencia. Lucifer dejó prevalecer sus celos y su rivalidad con Cristo, y se volvió aún más obstinado.
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