VIDA EN ABUNDANCIA (II) ¿Estamos santificados?

 ¿Estamos santificados?


 

La santificación que presentan las Sagradas Escrituras tiene que ver con el ser entero: el espíritu, el alma y el cuerpo. He aquí el verdadero concepto de una consagración integral. El apóstol San Pablo ruega que la iglesia de Tesalónica disfrute de una gran bendición: "Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo." 
(1 Tesalonicences 5.23)

Existe en el mundo religioso una teoría sobre la santificación que es falsa en sí misma, y peligrosa en su influencia. En muchos casos, aquellos que profesan poseer la santificación no conocen esa experiencia en forma genuina. Los que en verdad tratan de perfeccionar un carácter cristiano nunca acariciarán el pensamiento de que no tienen pecado. Su vida puede ser irreprochable, pueden ser representantes vivos de la verdad que han aceptado; pero cuanto más disciplinen su mente para esparcirse en el carácter de Cristo, y cuanto más se acerquen a la divina imagen del Salvador, tanto más claramente discernirán la impecable prefección de Jesús, y más hondamente sentirán sus propios defectos.

Cuando algunas personas pretenden estar santificadas, con eso dan suficiente evidencia de que están muy lejos de la santidad. Dejan de ver sus propias debildiades y su indigencia. Consideran que ellos reflejan la imagen de Cristo, porque no tienen un verdadero conocimiento de él. Cuanto mayor es la distancia entre ellos y su salvador, tanto más justos aparecen a sus propios ojos.

Cuando meditamos con arrepentimiento y humilde consciencia en Jesús, a quien traspasaron nuestros pecados y a quien agobiaron nuestros dolores, podemos aprender a andar en sus pasos. Contemplándolo nos transforaron a su divina imagen. Y cuando esta obra se realice en nosotros, no pretenderemos que en nosotros mismo haya justicia, sino que exaltaremos a Cristo Jesús, mientras permitimos que nuestra alma indefensa dependa de sus méritos.

E. G. White, La edificación del carácter.  

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