5. BUENAS NUEVAS. Ilustraciones prácticas de la liberación de la esclavitud

BUENAS NUEVAS

Ilustraciones prácticas de la liberación de la esclavitud


"Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (Mateo 6.33)

 

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Consideremos algunas ilustraciones acerca del poder de la fe para librar de la esclavitud. Leamos en Lucas 13:10 al 17:
 
"Un sábado Jesús enseñaba en una sinagoga. Y estaba allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía una enfermedad por causa de un espíritu. Andaba encorvada sin poder enderezarse. Cuando Jesús la vio, la llamó, y le dijo: 'Mujer, quedas libre de tu enfermedad'. Puso sus manos sobre ella, y al instante se enderezó, y alabó a Dios. Pero el principal de la sinagoga, se enojó de que Jesús la hubiese sanado en sábado, y dijo a la gente: Seis días hay para trabajar. En ellos venid para ser sanados, y no en sábado. Entonces el Señor replicó: ¡Hipócrita! Cada uno de vosotros, ¿no desata en sábado su buey o su asno, y lo lleva a beber? Y a esta hija de Abraham, que hacía dieciocho años que Satanás la tenía atada, ¿no fue bueno desatarla de esta ligadura en sábado? Y cuando dijo esto, se avergonzaron todos sus adversarios. Pero el pueblo se gozaba de todas las maravillas que Jesús realizaba".

Olvidemos la crítica del dirigente hipócrita, y consideremos el milagro. La mujer era esclava; nosotros, mediante el temor a la muerte, hemos estado por toda la vida sujetos a servidumbre. Satanás había esclavizado a la mujer; también nos tiende trampas a nosotros, y nos ha llevado a la esclavitud. Ella no podía levantarse por sí misma; nuestras iniquidades nos han atrapado, y somos así incapaces de mirar hacia arriba (Sal. 40:12). Con una palabra y un toque sanador, Jesús liberó a la mujer de su enfermedad. Nosotros tenemos ahora en los cielos al mismo Sumo Sacerdote misericordioso, quien se compadece con el sentimiento de nuestras debilidades, y esa misma palabra nos librará del mal.

¿Con qué propósito se obraron los milagros de sanación que Jesús realizó? Juan nos lo dice: no fue simplemente para demostrar que él poseía el poder para sanar la enfermedad, sino para mostrar su poder sobre el pecado (ver Mat. 9:2-8). Dice Juan:

"También hizo Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro. Pero éstas fueron escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que creyendo, tengáis vida en su Nombre" (Juan 20:30 y 31).

Vemos, pues, que fueron escritas como ilustraciones del amor de Cristo, de su disposición a sanar, y de su poder sobre las obras de Satanás, tanto sea en el cuerpo como en el alma. A este propósito, bastará con citar un milagro más: el que refiere el tercer capítulo de Hechos. 

Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo. Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna. Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios. Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido. (Hechos 3. 1-10)

Pedro y Juan vieron en la puerta del templo a un hombre de más de cuarenta años de edad, inválido desde el nacimiento. No sabía lo que era caminar. Estaba mendigando, y Pedro se sintió inspirado por el Espíritu a darle algo mejor que la plata o el oro. Le dijo: "En el Nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate, y anda! Y tomándolo de la mano derecha lo levantó. Al instante se afirmaron sus pies y sus tobillos, y de un salto, se puso de pie y anduvo. Y entró con ellos en el templo, caminando, saltando y alabando a Dios" (vers. 6-8).

Este notable milagro, realizado en una persona conocida de todos, causó una conmoción extraordinaria entre la gente; y cuando Pedro vio la sorpresa de ellos, procedió a explicar cómo se había llevado a cabo la maravilla:

"Israelitas, ¿por qué ponéis los ojos en nosotros, como si con nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a este hombre? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Siervo Jesús. Pero vosotros lo entregasteis y negasteis... y matasteis al autor de la vida, a quien Dios resucitó de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. La fe en el Nombre de Jesús restableció las fuerzas de este hombre que vosotros veis y conocéis. Esa fe en el Nombre de Jesús le dio esta completa sanidad que todos vosotros veis" (vers. 12-16).

La aplicación: "Había un hombre, tullido de nacimiento", incapaz de valerse por sí mismo. ¡Cuánto deseaba caminar!, pero no podía. Todos nosotros podemos decir igualmente con David: "En maldad nací yo, y en pecado me concibió mi madre" (Sal. 51:5). Como consecuencia, por naturaleza somos tan débiles que no podemos hacer las cosas que quisiéramos. Lo mismo que cada año de la vida de aquel hombre incrementaba su incapacidad para caminar, al aumentar el peso de su cuerpo sin corresponderse con un fortalecimiento de sus piernas, así la práctica repetida del pecado, a medida que cumplimos años, incrementa su poder sobre nosotros. Para ese hombre, el caminar era una completa imposibilidad; sin embargo el nombre de Cristo, por la fe en él, le trajo completa sanación y liberación de su enfermedad. También nosotros, mediante la fe que es en él, podemos ser sanados y capacitados para hacer aquello que hasta ahora resultaba imposible. Las cosas que son imposibles para el hombre, son posibles para Dios. Él es el Creador. "Él da vigor al cansado, y acrecienta la energía al que no tiene fuerzas". Los héroes de antaño ponen de relieve una de las maravillas de la fe: mediante ella "sacaron fuerza de la debilidad".

E. J. Waggoner, Cristo y Su Justicia

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