6. ALIENTOS DE VIDA ETERNA. Lecciones sobre la fe (3)
ALIENTOS DE VIDA ETERNA
Lecciones sobre la fe (3)
“Tampoco en la promesa de Dios dudó con desconfianza: antes fue esforzado en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que todo lo que había prometido, era también poderoso para hacerlo. Por lo cual también le fue atribuido a justicia.”
Romanos 4:20-22
La fe consiste en esperar que la palabra de Dios, en sí misma, cumpla lo que dice, y basarse solamente en la propia palabra para la realización de lo dicho por ella.
Cuando eso se comprende claramente, es fácil entender que la fe es “la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven”.
Puesto que la palabra de Dios está investida de poder creativo, siendo por lo tanto capaz de producir, en la misma sustancia , las cosas dichas por la palabra; y puesto que la fe consiste en esperar que la palabra de Dios, en sí misma, cumpla lo que dice, y basarse solamente en la propia palabra para la realización de lo dicho por ella, resulta evidente que la fe es la sustancia de las cosas que se Esperan.
Puesto que la palabra de Dios es creativa per se , y por lo tanto capaz de producir, o causar la aparición de lo que de otra forma jamás habría existido o
aparecido; y puesto que la fe consiste en esperar que la palabra de Dios, en sí
misma, cumpla lo que dice, y basarse solamente en la propia palabra para la realización de lo dicho por ella, resulta evidente que la fe es “la demostración de las cosas que no se ven”.
aparecido; y puesto que la fe consiste en esperar que la palabra de Dios, en sí
misma, cumpla lo que dice, y basarse solamente en la propia palabra para la realización de lo dicho por ella, resulta evidente que la fe es “la demostración de las cosas que no se ven”.
Es así como “por la fe, sabemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de manera que lo que se ve resultase de lo que no aparece”.
Aquel que ejerce la fe, sabe que la palabra de Dios tiene poder creador, y por lo tanto, es capaz de producir lo que dice. Por lo tanto, puede tener la certeza –no la suposición – de que el universo fue llamado a la existencia por la palabra de Dios.
Quien ejerce fe puede tener la seguridad de que, si bien antes de que Dios dijese la palabra, ninguna de las cosas que ahora contemplamos era visible, por la sencilla razón de que no existía; sin embargo, al pronunciar la palabra, el universo fue hecho. La palabra causó su ser o existencia.
Esa es la diferencia entre la palabra de Dios y la palabra del hombre. El hombre puede hablar; pero en sus palabras no hay poder para realizar lo expresado por ellas: para que se cumpla lo que ha dicho, hace falta que el hombre añadalgo, además de hablar. Tiene que “hacer buena su palabra”.
No pasa lo mismo con la palabra de Dios. Cuando Dios habla, la cosa ocurre. Y ocurre simplemente porque Él habló. La palabra cumple lo que Dios tuvo a bien pronunciar. El Señor no necesita, como el hombre, añadir algo a la palabra hablada. No tiene que hacer buena su palabra, ya que ésta es buena. Dios habla “la palabra solamente ”, y la cosa acontece.
Y así, está escrito: “Por lo cual, también nosotros damos gracias a Dios sin cesar, de que habiendo recibido la palabra de Dios que oísteis de nosotros, recibisteis no palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, el cual obra en vosotros los que creísteis” (1 Tes. 2:13).
Es por eso también que “es imposible que Dios mienta”. No es solamente imposible porque Él no lo quiera, sino también porque no puede. Es imposible. Imposible porque cuando Él habla, hay poder creador en la palabra pronunciada,
de manera que por “solamente la palabra”, la cosa acontece. El hombre puede decir algo, y no ser cierto. Puede así mentir, ya que decir lo que no es, es mentir. Y el hombre puede mentir porque no hay poder en su palabra para hacer que lo dicho ocurra. Con Dios eso es imposible: no puede mentir, ya que “habló, y fue hecho”. Habla, y lo dicho ocurre.
de manera que por “solamente la palabra”, la cosa acontece. El hombre puede decir algo, y no ser cierto. Puede así mentir, ya que decir lo que no es, es mentir. Y el hombre puede mentir porque no hay poder en su palabra para hacer que lo dicho ocurra. Con Dios eso es imposible: no puede mentir, ya que “habló, y fue hecho”. Habla, y lo dicho ocurre.
Es también por eso que cuando la palabra de Dios se pronuncia para un tiempo distante, como en las profecías que han de cumplirse cientos de años después, al llegar el momento señalado, esa palabra se cumple. Y no se cumple porque Dios, además de haber dicho la palabra, haga algo para cumplirla; sino porque la palabra fue pronunciada para ese determinado momento, y en ella está la energía creativa que hace que en ese momento, la palabra obre lo predicho.
Es por eso que si los muchachos en el templo no hubiesen aclamado “Hosanna al Hijo de David” , lo habrían hecho inmediatamente las piedras; y también por eso, cuando se cumplió el tercer día, resultó “imposible” que Cristo fuese retenido por la tumba.
¡Oh, la palabra de Dios es divina! Hay en ella energía creadora. Es “viva y eficaz”.
Lleva en ella misma el cumplimiento; y confiar en ella y apoyarse en ella, como tal, eso es ejercer fe. “¿Tienes tú fe?”.
Review and Herald, 3 Enero 1899
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