CONOCIENDO A JESÚS. El camino de la salvación

EL CAMINO DE LA SALVACIÓN

Yo soy el camino y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.

Juan 14.6


 El cielo se llenó de pesar cuando todos se dieron cuenta de que el hombre estaba perdido. Toda la familia de Adán debía morir. Contemplé al amante Jesús y percibí una expresión de simpatía y pesar en su rostro. Pronto lo vi aproximarse al extraordinario y brillante resplandor que rodea al Altísimo. Mi ángel acompañante dijo: "Está en íntima comunión con el Padre". La ansiedad de los áneles parecía ser muy intensa mientras Jesús estaba en comunión con Dios. Tres veces lo encerró el glorioso resplandor que rodea al Padre, y cuando salió la tercera vez, se lo pudo ver. Su rostro estaba calmado, libre de perplejidad y duda, y respandecía con una bondad y amabilidad que las palabras no pueden expresar.

Entonces informó a la hueste angélica que se había encontrado una vía de escape para el hombre perdido. Les dijo que había suplicado a su Padre, y que había ofrecido su vida en rescate, para que la sentencia de muerte recayera sobre él, para que por su intermedio el hombre pudiera encontrar perdón; para que por los méritos de su sangre, y como resultado de su obediencia a la ley de Dios, el hombre pudiera gozar del favor del Señor, volver al hermoso jardín y comer del fruto del árbol de la vida. 

En primera instancia los ángeles no se pudieron regocijar, porque su Comandante no les ocultó nada, sino por el contrario abrió frente a ellos el plan de salvación. Les dijo que se ubicaría entre la ira de su Padre y el hombre culpable, que llevaría sobre sí la iniquidad y el escarnio, y que pocos lo recibirían como Hijo de Dios. Casi todos lo aborrecerían y lo rechazarían. Dejaría toda su gloria en el cielo, aparecería sobre la tierra como hombre, se humillaría cmo un hombre, llegaría a conocer por experiencia propia las diversas tentaciones que asediarían al hombre, para poder saber cómo socorrer a los que fueran tentados... El peso de los pecados de todo el mundo recaería sobre él. Les dio que moriría y se levantaría de nuevo al tercer día, que ascendería a su Padre para interceder por el hombre extraviado y culpable.

La obediencia mediante Jesucristo le da al hombre perfección de carácter y el derecho de participar en el ábrol de la vida. Las condiciones para participar nuevamente del fruto del árbol, están presentadas claramente en el testimonio de Jesucristo dado a Juan: "Bienaventurados los que guardan sus mandamientos, para que su potencia sea en el ábrol de la vida, y que entren por las puertas de la ciudad."

La historia de la Redención, p.44-45, Comentario Bíblico Adventista 1.1100

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