DIOS Y CIENCIA. CREACIÓN O EVOLUCIÓN ¿CUÁL DE LAS DOS? Parte 4

CREACIÓN O EVOLUCIÓN, ¿CUÁL DE LAS DOS? (Parte 4)


El evolucionista genuino reconoce que la creación debe ser inmediata; pero no cree en la acción inmediata, por lo tanto no acepta la creación. No olvidéis que la creación, o bien es inmediata, o no es creación: si no es inmediata, entonces es evolución. Así, volviendo a la creación en el principio, cuando Dios habla, en su palabra está la energía creadora que produce lo que esa palabra pronuncia. En eso consiste la creación; y esa palabra de Dios es la misma ayer, y hoy, y por los siglos; vive y permanece para siempre; tiene vida eterna en sí misma. La palabra de Dios es algo viviente. La vida en ella contenida es la vida de Dios -vida eterna. Por lo tanto, es la palabra de vida eterna, como Jesús dijo, y permanece para siempre. Es la palabra de Dios para siempre, y posee eternamente la energía creadora en ella misma. 
Así, cuando Jesús estuvo aquí, dijo: "Las palabras que yo os he hablado, son espíritu, y son vida". Las palabras que Jesús habló son las palabras de Dios. Están impregnadas de la vida de Dios. Son vida eterna, permanecen para siempre; y en ellas está la energía creadora para producir lo que declaran. 
Así lo ilustran muchos incidentes en la vida de Cristo, tal como narra el Nuevo Testamento. Me referiré a uno o dos de ellos, a fin de que podáis captar el principio. Recordáis que tras el sermón de la montaña, Jesús descendió, y encontró a un centurión que le dijo: "Señor, mi mozo yace en casa paralítico, gravemente atormentado. Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré". El centurión dijo: "Señor, no soy digno de que entres debajo de mi techado; mas solamente di la palabra, y mi mozo sanará." Jesús, dirigiéndose a quienes le seguían, dijo: "ni aun en Israel he hallado tanta fe".
Israel tenía la Biblia; conocía la palabra de Dios. Se enorgullecía de ser el pueblo del libro, el pueblo de Dios. Lo leían. Predicaban en sus sinagogas: "mi palabra (la de Dios)... hará lo que yo quiero": Cuando leían esa palabra, decían: "Correcto: hay algo que hacer. Vemos la necesidad de que se haga, y así lo haremos. Lo cumpliremos". Entonces hacían lo mejor de su parte para cumplirlo. Su realización les tomaba un tiempo considerable. Realmente un larguísimo tiempo. Tan largo, de hecho, que jamás lo cumplieron. El genuino cumplimiento de la palabra quedaba tan lejano, que tenían que exclamar: "Si una sola persona, durante un solo dia fuese capaz de guardar toda la ley, sin ofender en ningún punto... Incluso si una sola persona pudiese guardar la parte de la ley que se refiere a la debida observancia del sábado, entonces los problemas de Israel llegarían a su fin, y vendría por fin el Mesías". Así, aunque comenzaban por cumplir lo que la palabra decía, les tomaba tanto tiempo que jamás lo alcanzaban. ¿Qué eran, entonces?
Estaba la palabra de Dios, que decía, "hará lo que yo quiero, y será prosperada". Hablaba, pues, de su poder creador. Y si bien profesaban creer en la energía creadora de la palabra de Dios, en sus propias vidas negaban tal cosa, y decían "lo haremos". Miraban hacia ellos mismos para el proceso  que les llevaría al punto en que esa palabra y ellos estarían en armonía. ¿Qué eran? ¿Tenéis miedo a responder, porque quizá esa misma situación haya sido la vuestra? No tengáis reparos en decir que eran evolucionistas; no había allí ninguna creación. No eran hechos nueva criaturas; ninguna vida nueva se formaba en su interior; no era el poder de Dios el que obraba; todo venía de ellos mismos; y tan lejos estaban de creer realmente en la creación, que rechazaron al Creador y lo expulsaron del mundo crucificándolo. Ese es el fruto invariable de la evolución, ya que no olvidéis que la evolución es directamente contraria a la creación.
Ese era el pueblo al que Jesús se refería cuando hizo esa declaración sobre la fe en Israel. Tenemos aquí a un hombre romano que había crecido entre los judíos, quienes habían anulado la enseñanza de Jesús. El centurión había estado en las inmediaciones de Jesús, y le había oído hablar. Escuchó sus palabras y observó el efecto que tenían, hasta el punto en que se dijo a sí mismo: "Todo lo que este hombre dice, sucede. Cuando dice una cosa, se cumple". "Voy a apropiarme de eso", de forma que fue a Jesús, y le dijo lo que está escrito. Jesús sabía perfectamente que el centurión tenía la mente puesta en el poder de su palabra para cumplir lo dicho; y replicó, "Muy bien, voy a ir a sanar a tu siervo". -¡Oh no, mi Señor, no necesitar venir! Podéis ver que el centurión estaba poniendo a prueba esa verdad, para ver si había o no poder en la palabra. De manera que dijo, "Solamente di la palabra, y mi mozo sanará": Jesús respondió al centurión, "Ve, y como creiste te sea hecho. Y su mozo fue sano en el mismo momento": Cuando esa palabra fue pronunciada, "Ve, y como creiste te SEA hecho", ¿cuánto tiempo paso hasta que el mozo fue sano? ¿Veinte años? -No. ¿No tuvo que pasar por muchos altibajos antes de ser efectivamente sanad? Honestamente.... -No, no. Cuando se pronunció la palabra, la palabra cumplió lo dicho, y lo cumplió al acto.

Otro día, Jesús estaba andando, y un leprosos a cierta distancia de Él lo vió y lo reconoció. También él se había aferrado a la bendita verdad del poder de la energía creadora de la palabra de Dios. Dijo a Jesús, "Si quieres, puedes limpiarme". Jesús se detuvo y le dijo, "Quiero, queda limpio. Y al instante, le despaeció la lepra y quedó limpio" (Marcos 1.41-42). No se nos autoriza a introducir ni un momento de tiempo entre la pronunciación de la palabra y el cumplimiento del hehco: fue curado "al instante".

Veis que la palabra de Dios, al principio de la creación, tenía en ella misma la energía creadora para producir lo que la palabra pronunciaba. Veis también que cuando Jesús vino al mundo para mostrar a los hombres el camino de la vida, a salvarlos de sus pecados, demostró una y otra vez, aquí, allá y por todas partes, a todo hombre y por siempre, que la misma palabra de Dios tiene todavía la misma energía creadora en ella; de manera que cuando es pronunciada, allí está en su integridad la energía creadora para cumplir lo dicho por la palabra.

Ahora, ¿eres evolucionista o eres creacionista? La palabra te habla a ti. La has leído, profesas creerla. Creen en la creación, a pesar de los evolucionistas; ¿creerás ahora en la creación, a pesar de ti mismo? ¿Te pondrás hoy sobre la plataforma en la que no permtirás que nada se interponga entre ti y la energía creadora de esa palabra -ningún período de tiempo, de la duración que sea?

Continuará en Parte 5

Predicación de A. T. Jones, Lecciones sobre la fe

Comentarios

Entradas populares