DESCUBRIENDO NUESTRA HISTORIA. No se reconoció el fuerte pregón

DESCUBRIENDO NUESTRA HISTORIA

Historia de un siglo de confrontación entre Dios y su pueblo (12)

NO SE RECONOCIÓ EL FUERTE PREGÓN

"Estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, que vivimos en estos tiempos finales."

1 Corintios 10.11

Ya a primeros de abril de 1890, E. White, habiendo madurado en su comprensión, aplicó el lenguaje de Apocalipsis 18 al mensaje de 1888:

"Varios me han escrito preguntándome si el mensaje (de 1888) de la justificación por la fe es el mensaje del tercer ángel, y que contestado: "Es el mensaje del tercer ángel en verdad" El profeta declara: "Despiés de esto vi otro ángel que descendía del cielo con gran poder, y la tierra fue alumbrada con su gloria" (Apocalipsis 18.1)" (Review and Herald, 1 abril 1890)

En 1892 estuvo dispuesta a declarar inquícovadamente que el mensaje era realmente el comienzo del "fuerte pregón" por tanto tiempo esperado:
 "El fuerte pregón del tercer ángel ya ha comenzado en la revelación de la justicia de Cristo, el Redentor que perdona los epcados. Este es el comienzo de la luz del ángel cuya gloria llenará toda la tierra" (Review and Herlad, 22 noviembre 1892; también en Mensajes Selectos, vol. I, p. 425)
Obsérvese que el "comienzo" de la obra de ese ángel fue el mensaje, no su presumible aceptación por parte de los dirigentes o del pueblo. Más adelanteveremos que esa realidad encierra un poderosos significado para tiempos de crisis.

El pastor Butler, el cargo de máxima responsabilidad de la iglesia, fue el principal opositor a la preciosa luz del fuerte pregón. Muy pocos fueron espiritualmente capaces de obviar su influencia negativa. En su ciega oposición al fuerte pregón podemos ver el trágico cumplimiento de la advertencia que se le envió el 1º de octubre de 1885:
"Algunso desean que se decida de una vez cuál es la posición correcta sobre el tema debatido. Puesto que eso complacería al pastor Butler, se aconseja que la cuestión se decida inmediatamente. Pero ¿están las mentes preparadas para una decisión tal? No puedo aprobar ese curso de acción... No están preparador para tomar decisiones sabias... No veo razón para la agitación de sentimientos que ha tenido lugar en ese encuentro (Minneapolis, 1888)... Los mensajes por parte de vuestro presidente procedentes de Battle Creek están calculados para provocar la toma de posición decidida, pero advierto en contra de tal cosa... Sentimientos agitados llevarán a movimientos precipitados" (Ms 15, 1888; Olson, p.295).
"Nunca olvidaré la experiencia que tuvimos en Minneapolis ni las cosas que me fueron reveladas a propósito del espíritu que controlaba a los hombres, las palabras pronunciadas, las acciones emprendidas en obediencia a los poderes del mal... En el encuentro fueron movidos por otro espíritu, y no supieron que Dios había enviado a esos hombres jóvenes... para traeres un mensaje especial que trataron con ridículo y desprecio, no dándose cuenta de que las inteligencias celestiales los estaban observando... Sé que en aquel tiempo se insultó al Espíritu de Dios" (Carta 24, 1892)

Fue así como los dirigentes de nuestra iglesia, aunque esperando ansiosamente ser vindicados ante el mundo mediante el largamente esperado fuerte pregón, despreciaron sin embargo el Espíritu de gracia y las riquezas de su bondad.

Ese pecado de insultar al Espíritu Santo no condenó corporativamente a la iglesia por haber cometido "el pecado imperdonable". El pecado de los judíos de antaño contra el Espíritu Santo consistió en atribuir a Satanás la obra del Señor (Marcos 3.22-30). No tenemos evidencia de que nuestros hermanos, en general, llegaran hasta aqhí en la era de 1888, por más que algunos individuos pudieron haberlo hecho. ¡Insultar al Espíritu Santo fue ya suficiente! E. White continuó ministrando a esta iglesia hasta su muerte en 1915, mostrando así su convicción de que es posible el perdón, y de que la solución a nuestro problema no es la desintegración o abandono denominacional, sino el ARREPENTIMIENTO DENOMINACIONAL y la reconciliación con el Espíritu Santo. 

Robert J. Wieland y Donald K. Short, 1888 Reexaminado 

 

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