Al
leer otra vez mi capítulo favorito, “Transformado por Gracia” en el libro
Hechos de los Apóstoles la luz comenzó a brillar.
“En
la vida del discípulo Juan se ejemplifica la verdadera santificación”. Hechos
de los Apóstoles, p. 445.
Y
entonces se da la descripción de su íntima asociación con Cristo y el hermoso
carácter de esa vida. Y luego viene este comentario:
“Sometió su temperamento resentido y
ambicioso al poder modelador de Cristo, y el amor divino realizó en él la
transformación de carácter.” (Ibid. p. 445)
Aquí
dice que el apóstol Juan fue santificado por el amor divino de Cristo. En “Mensajes
para los jóvenes” p. 32 dice que uno es santificado por la justicia impartida
de Cristo. Esto fue como un rayo de luz para mí. ¿Significaba que este amor
divino de Cristo que santificó a Juan era lo mismo que la justicia impartida de
Cristo? ¿Fue la santificación de Juan algo único? ¿O todas las personas son
santificadas por el amor de Cristo, como lo fue Juan? Todas estas preguntas
vinieron a mi mente, pero Elena de White, había dicho que la santificación de Juan
era ejemplo de verdadera santificación. Entonces su santificación no era única,
sino más bien un ejemplo de como todos somos santificados por el amor divino.
Entonces el amor de Cristo y su justicia impartida deben ser términos
sinónimos, intercambiables.
Después
de investigar más, esta verdad se hizo tan obvia que me preguntaba cómo podía
ser que la había pasado por alto por tanto tiempo. Elena de White, al hablar
sobre los judíos, dijo:
“Si quisieran abrir sus corazones para
recibir plenamente a Cristo, entonces la vida misma de Dios, su amor, moraría
en ellos, transformándolos a su semejanza; así, por el don generoso de Dios,
poseerían la justicia exigida por la ley”. Discurso Maestro, p.50
Esto
es claramente santificación, pero nada dice sobre justicia impartida. En
cambio, dice que el amor a Dios obra la santificación, mostrando nuevamente que
justicia impartida y amor impartido son sinónimos. San Pablo citó cinco de los
mandamientos y entonces dijo: “… así que el amor es el cumplimiento de la ley”.
Romanos 13.10 Y nuevamente Pablo nos dice: “Para que la justicia de la ley se
cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al
Espíritu.” Romanos 8.4
Si
la justicia de la ley se cumple en el creyente en Romanos 8.4, y el amor es el
cumplimiento de la ley en Romanos 13.10, entonces justicia y amor deben ser una
y la misma cosa. La evidencia que aparece a continuación dará prueba positiva
de este hecho.
Después
de la Conferencia General de 1888 de Minneapolis, Elena de White dedicó mucho
de su tiempo a presentar reuniones por todas partes del país acompañando a A. T.
Jones y E. J. Waggoner para dar su sello de aprobación sobre el mensaje de
justificación por la fe que Dios le había dado. Al resumir ese tan precioso
mensaje en 1895 ella dijo:
“Presentaba la justificación por la fe
en el Garante; invitaba a la gente a recibir la justicia de Cristo, que se
manifiesta en la obediencia a todos los mandamientos de Dios” (Testimonios para
los Ministros 91-92)
A
lo que ella se refiere aquí, como veremos, es la justicia que se manifiesta y
es hecha posible en la vida del creyente mediante el Espíritu.
Un
artículo apareció en la Review and Herald de 11 de marzo de 1890, que dice:
“Por casi dos años hemos (el “hemos” se
refiere a Elena de White, A. T. Jones y E. J. Waggoner) estado animando al
pueblo a que venga y acepte la luz … (sobre) la justicia de Cristo, y no saben
si venir y hacer suya esta preciosa verdad o no”.
Otro
artículo se publicó en la Review and Herald del 19 de agosto de 1890, que era
una carta en respuesta a un hermano ministro quien había recibido el mensaje de
la justicia de Cristo en una reunión en la ciudad de Kansas, donde el trío
arriba mencionado había estado dictando una serie de reuniones. Y esta es una
porción del comentario de Elena de White:
“Apreciado hermano: Fue con placer que
leí su carta de consulta pues el pensamiento de que la obra que el Espíritu
Santo hizo en su corazón en la reunión de Kansas hasta el momento no se ha
borrado, es de gran satisfacción. Usted recibió una visita de la justicia de
Cristo que aún no ha perdido, así como otros sí la perdieron al entrar en
contacto con aquellos que no apreciaron esta bendita verdad. Estoy feliz de
saber que Jesús en verdad manifiesta su presencia cuando se la busca
fervientemente y se la recibe con agradecimiento. En la parábola, las Diez
Vírgenes tenían lámparas, pero tan solo cinco poseían aceite de reserva con el
cual mantener sus lámparas ardiendo… Hay personas que han recibido la preciosa
luz de la justicia de Cristo, pero no ha afectado su vida; son vírgenes fatuas”.
Notemos
que si uno no tiene la justicia de Cristo, está destituido del Espíritu
Santo:
“No tienen aceite en sus vasijas para
las lámparas. Están destituidos del Espíritu Santo”. (Palabras de Vida, p.337)
“Ese aceite es la justicia de Cristo.
Representa el carácter, y el carácter no es transferible”: (Testimonios para
los Ministros, p. 234)
En
esta última cita dice que el aceite es la justicia de Cristo. En la cita que
aparece a continuación dice que el aceite es el amor:
“En el corazón de todos los que están
unidos a Dios por la fe, el áureo aceite del amor fluye libremente, para
brillar en buenas obras, en un servicio real y sincero por Dios… NO hay nada
que el mundo necesite tanto como la manifestación del amor del Salvador
mediante la humanidad. Todo el cielo está esperando que haya canales por medio
de los cuales pueda derramarse el aceite santo para que sea un gozo y una
bendición para los corazones humanos…. La morada del Espíritu en nuestro
corazón se revelará por la manifestación del amor celestial” (Palabras de Vida,
p.345)
El
mensaje es claro. La justicia de Cristo que el Espíritu imparte y el aceite del
amor son una y la misma cosa. Elena de White se refirió al aceite como la
justicia de Cristo (Testimonios para Ministros, p.234). Se refirió al aceite
como el áureo aceite del amor. (Palabras de vida, p.345).
Tenemos
además esta declaración directa:
“La justicia es santidad, semejanza a
Dios; y “Dios es amor”… La justicia es amor”. (Discurso Maestro de Jesucristo,
p.20).
Los
hechos y las obras justas son sólo la expresión externa del amor interno.
Notemos esta declaración sobre Dios mismo:
“Dios es amor… La misma vida de Dios es
la manifestación del amor abnegado”. (Discurso Maestro de Jesucristo, p.67)
Los
actos y las obras de Dios son la manifestación visible de su amor. Siendo que
la justicia de Dios y el amor de Dios son equivalentes, notemos el siguiente
pasaje de la Escritura:
“Y la esperanza no avergüenza: porque el
amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que
nos fue dado” (Romanos 5.5)
Para
que este pasaje cobre significado especial para nosotros en nuestra comprensión
de lo que es justicia impartida, parafraseémoslo poniendo la palabra “justicia”
en lugar de la palabra “amor, y palabra “impartida” en lugar de “derramado”. Y
ahora el mensaje de la paráfrasis: “La justicia de Dios ha sido impartida en
nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos fue dado…”
Por
supuesto que Pablo no quería decir aquí que el cristiano que recién ha nacido
de nuevo tendría la profundidad de la justicia o el amor tal como Dios lo
posee. Cuando descubrí que la justicia impartida de Cristo y su amor impartido
son una y la misma cosa, y que son impartidos mediante el Espíritu Santo, me di
cuenta que había encontrado respuestas vitales a mis interrogantes sobre la
justificación por la fe.
Árboles de justicia El Mensaje de 1888, Low Scarbrought
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