3. EL LLAMADO DEL TESTIGO FIEL. (2) Un fax llegado del cielo: ¿Cuánto hace que conocemos el mensaje? ¿Es así de importante?

EL LLAMADO DEL TESTIGO FIEL

UN FAX LLEGADO DEL CIELO

¿Cuánto hace que conocemos el mensaje? ¿Es así de importante?

En nuestra temprana historia denominacional se prestó gran atención al mensaje. En fecha tan temprana como 1856, nuestros pioneros creyeron que desembocaría en la lluvia tardía y el fuerte clamor final, en aquella generación. Pero tras haber transcurrido más de un siglo de aparente indiferencia por parte del cielo, hemos venido a creer que, o bien el mensaje no es demasiado urgente, o bien quizá cumplió ya su obra. Por la razón que sea, lo hemos "archivado" en la papelera... Nuestra cultura moderna está profundamente obsesionada por la necesidad de cultivar la autoestima, tanto personal como denominacional, y ese mensaje parece no ser particularmente adecuado a ese fin. De ahí que hablar de él se haya convertido en más bien impopular.

Puesto que hemos asumido que el mensaje se dirige solamente a individuos, su aplicación se ha difuminado tan ampliamente, que ha perdido su enfoque original. No hemos sabido muy bien qué hacer con el mensaje. Responsabilidad de todos: responsabilidad de nadie. Pero la posibilidad de que el llamamiento de Cristo lo sea al arrepentimiento corporativo da al mensaje un enfoque enteramente diferente. Si está llamando al arrepentimieto corporativo da al mensaje un enfoque enteramente diferente. Si está llamando al arrepentimiento corporativo, se infiere que está también llamando al arrepentimiento denominacional.

¿Por qué le preocupa a Cristo de esa manera? Él no puede olvidar que dio su sangre por el mundo. En Apocalipsis se representa al "ángel de la iglesia de Laodicea" como interponiéndose entre la luz del cielo y un mundo en tinieblas. La resolución del problema presentado en Apocalipsis 3 determina la resolución de todo el Libro. La derrota en el capítulo 3 detendría, e incluso impediría, la victoria en el capítulo 19. Nosotros, el "ángel", los dirigentes, hemos retardado durante un siglo el propósito final de Dios de iluminar la tierra con la gloria del "evangelio eterno" en su marco del tiempo del fin. El éxito final del gran plan de la redención requiere que el "ángel"  preste oído al mensaje de Cristo, y venza. De fracasar Laodicea, todo el plan sufriría una desastrosa derrota final.

La razón es evidente. Los Adventistas del Séptimo Día no creemos, a diferencia de los Católicos y Protestantes, que los salvos vayan al cielo inmediatamente al morir. Creemos que los justos muertos deben permanecer en sus sepulcros hasta una resurección corporativa. Pero esa "primera resurección" depende de la venida personal de Jesús, la cual depende a su vez de que un grupo de santos vivos estén preparados para su venida. Eso es así, "porque nuestro Dios es fuego consumidor" para el pecado (Hebreos 12.29). Cristo no quiere regresar hasta poseer un pueblo de cuyos corazones haya sido borrado todo pecado. De otra manera, su venida los consumiría, y Él los ama demasiado para hacer tal cosa. De manera que es su amor por ellos la razón de su demora, que se prolonga hasta tener un pueblo preparado. Se deduce que, hasta entonces, todos los justos muertos están condenados, por decirslo así, a permanecer  prisioneros en sus tumbas.

¿Podemos comenzar a comprender cómo un enemigo ha infiltrado en esta Iglesia la mentira de la "nueva teología" según la cual es imposible per se que un pueblo sea victorioso sobre el pecado? Puesto que el éxito de todo el plan de salvación depende de su hora final, Satanás está disputando a su última trinchera en este punto.

Con toda seguridad, el interés supremo del cielo no consiste en que perpetuemos un aparato organizativoafirmado en el orgullo denominacional, algo así como la lucha de la General Motors para mantener su imagen, frente a la creciente competencia. Lo que preocupa al cielo es la trágica necesidad que tiene el mundo del mensaje puro del evangelio, como única manera de liberación del pecado para todos los que invocan el nombre del Señor. La humanidad sufriente pesa más en el corazón de Dios, que la preocupación que tenemos por nuestra imagen denominacional. Si al "ángel de la iglesia de Laodicea" se está interponiendo en el camino de Dios, el mensaje del Señor a ese "ángel" tiene que abrirse camino. No hay tal supuesta indiferencia por parte del cielo: el Señor está haciendo que clamen las mismas piedras:

"Todo el cielo está en actividad, y los ángeles de Dios están esperando para cooperar con todos los que quieran idear planes por los cuales las almas para quienes Cristo murió puedan oír las gratas nuevas de salvación... Hay almas que están pereciendo sin Cristo, y los que profesan ser discípulos de Cristo las dejan morir... ¡Dios quiera presentar este asunto en toda su importancia a las iglesias dormidas!" (Joyas de los Testimonios, vol. III, p. 66,67)

Robert J. Wieland, Sé pues celoso y arrepiéntete, pueblo mío.

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