5. BUENAS NUEVAS. Cristo, el Legislador (1)

BUENAS NUEVAS

Cristo, el Legislador (1)


"Por que el Eterno es nuestro Juez, el Señor es nuestro Legislador, el Eterno es nuestro Rey, él mismo nos salvará" (Isaías 33.22).

Para publicaciones anteriores ver etiquetas: Cristo y su Justicia y Las Buenas Nuevas del Evangelio. 
Consideremos ahora a Cristo en otro aspecto distinto, aunque en realidad no sea realmente diferente. Se trata de la consecuencia natural de su posición como Creador, porque el que crea - de crear- debe ciertamente tener autoridad para guiar y controlar. Leemos en Juan 5.22 y 23 las palabras de Cristo: "El Padre a nadie juzga, sino que confió todo el juicio al Hijo; para que todos honren a Hijo como honran al Padre". Tal como Cristo es la manifestación del Padre en la creación, así es también la manifestación del Padre legislando y ejecutando la ley. Unos pocos textos de la Escritura bastarán para probarlo.

En Números 21.4-6 tenemos el relato parcial de un incidente sucedido mientras los hijos de Israel estaban en el desierto. Es éste: "Después partieron del monte Hor, camino del Mar Rojo, para rodear el país de Edom. Y el pueblo se impacientó por el camino. Y hablaron contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para morir en este desierto, donde no hay pan ni agua? Ya estamos cansados de este pan tan liviano. Y el Eterno envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo y murió mucha gente de Israel". El pueblo habló en contra de Dios y en contra de Moisés, diciendo: '¿Por qué nos has traido al desierto?' Encontraron defecto en su dirigente. Es por ello que fueron atacados por las serpeintes. Ahora leamos las palabras del apóstol Pablo referentes al mismo evento:

"Ni tentéis a Cristo, como algunos de ellos lo tentaron, y perecieron por las serpientes" (1 Corintios 10.9). ¿Qué prueba esta? Que Cristo era el dirigente contra quien estaban murmurando. Eso queda aún más claro por el hecho de que Moisés se puso del lado de Israel, rehusando ser llamado el hijo de la hija del Faraón, y estimó el reproche de Cristo mayor riqueza que los tesoros de Egipto (Hebreos 11.26). Lee también 1 Corintios 10.4 donde Pablo dice que los padres "todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la Roca espiritual que los seguía, y la Roca era Cristo". Ahora pues, Cristo era el dirigente de Israel desde Egipto.  

El tercer capítulo de Hebreos da fe del mismo hecho. Allí se nos invita a considerar al Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús, quien fue fiel en toda su casa, no como sirviente, sino como Hijo sobre su propia casa (vers. 1 al 6). Se nos dice a continuación que nosotros somos su casa, si retenemos nuestra confianza firme hasta el fin. Por lo tanto, el Espíritu Santo nos exhorta a oír su voz y a no endurecer nuestros corazones, tal como lo hicieron los padres en el desierto. "Porque hemos llegado a ser participantes de Cristo, si retenemos firme el principio de nuestra confianza hasta el fin. Entre tanto que se dice: ¡Si hoy oís su voz, [la de Cristo], no endurezcáis vuestro corazón como en la provocación'". Hebreos 3. 14-16. ¿Quiénes fueron los que, habiendo oído, lo provocaron? ¿No fueron todos los que habían salido de Egipto con Moisés? ¿Com quiénes estuvo Dios [Cristo] enojado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? (vers. 14 al 17). Se presenta aquí nuevamente a Cristo como el dirigente y comandante de Israel en sus cuarenta años de pregrinación por el desierto. 

E.J. Waggoner, Cristo y su justicia

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