3. EL LLAMADO DEL TESTIGO FIEL. La iglesia como cuerpo de Cristo (3). La otra cara de la moneda.

EL LLAMADO DEL TESTIGO FIEL

La iglesia como cuerpo de Cristo (3)

La otra cara de la moneda


Si lo anterior pareciesen malas nuevas, también las hay buenas: Cristo perdonó a sus asesinos (Luc. 23:34), y eso significa que nos perdonó también a nosotros. Hasta los caídos Adán y Eva en el huerto, fueron perdonados. Pero tú y yo no podremos conocer jamás ese perdón, a menos que "veamos" el pecado que lo hace necesario. Puesto que Dios les dijo que "el día que de él [del fruto prohibido] comieres, morirás", se infiere que habrían muerto para siempre aquel mismo día, de no ser por el "Cordero, el cual fue muerto desde el principio del mundo" (Apoc. 13:8; también 1 Ped. 1:19,20).
 
La culpabilidad que según Romanos pesa sobre todo el mundo, lo es "en Adán", y es de carácter legal. Los "pecados" de todo el mundo le fueron imputados a Cristo, mientras moría en la cruz, como postrer Adán (2 Cor. 5:19). Eso significa que toda la condenación que el primer Adán trajo al mundo fue revocada por el postrer Adán, en virtud de su sacrificio (Rom. 5:16-18). (N. del T.): "Estoy perdido en Adán, pero fui restaurado en Cristo" (Hijos e hijas de Dios, p. 122). Consideremos a la nación judía. Los que crucificaron a Cristo pidieron que "su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos" (Mat. 27:25). Eso no significa que los judíos sean personalmente más culpables que los gentiles. Estaban evocando una responsabilidad vinculada a la sangre de sus hijos, en un sentido nacional, como pueblo. Tal es la culpa corporativa de los judíos. Pero en realidad, nosotros no somos mejores que ellos. Excepto por el arrepentimiento específico, compartimos la misma implicación en la crucifixión de Cristo:
 
"Esa oración de Cristo por sus enemigos abarcaba al mundo. Abarcaba a todo pecador que hubiera vivido desde el principio del mundo o fuese a vivir hasta el fin del tiempo. Sobre todos recae la culpabilidad de la crucifixión del Hijo de Dios. A todos se ofrece libremente el perdón" (El Deseado, p. 694).
 
"Recordemos todos que todavía estamos en un mundo donde Jesús, el Hijo de Dios, fue rechazado y crucificado, un mundo en el que todavía permanece la culpa de despreciar a Cristo y preferir a un ladrón antes que al Cordero inmaculado de Dios. A menos que individualmente nos arrepintamos ante Dios de la transgresión de su ley, y ejerzamos fe en nuestro Señor Jesucristo, a quien el mundo ha rechazado, estaremos bajo la plena condenación merecida por aquellos que eligieron a Barrabás en lugar de Jesús. El mundo entero está acusado hoy del rechazo y asesinato deliberados del Hijo de Dios… –todas las clases y sectas que revelan el mismo espíritu de envidia, odio, prejuicio e incredulidad manifestados por aquellos que entregaron a la muerte al Hijo de Dios– reeditarían la misma actuación si se les presentara la oportunidad que tuvieron los judíos y el pueblo del tiempo de Cristo. Serían participantes del mismo espíritu que exigió la muerte del Hijo de Dios" (Testimonios para los ministros, p. 38,39).
 
Tal es la culpabilidad corporativa del mundo. Obsérvese que nadie lleva la condenación, a menos que repita el pecado "si se le presentara la oportunidad". Pero "a menos que individualmente nos arrepintamos", compartimos la culpabilidad corporativa existente "en Adán".
 
Robert J. Wieland. Sé pues celoso y arrepiéntete, pueblo mío.

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