4. EL LLAMADO DEL TESTIGO FIEL. La iglesia como cuerpo de Cristo (4).Nuestra particular implicación en la culpa corporativa.
EL LLAMADO DEL TESTIGO FIEL
La iglesia como cuerpo de Cristo (4)
Nuestra particular implicación en la culpa corporativa
Pero como Adventistas del Séptimo Día, compartimos en un sentido especial otro ejemplo de culpabilidad corporativa, por un pecado muy concreto. No que seamos personalmente culpables, sino que somos los hijos espirituales de nuestros padres, que de una forma increíblemente vívida repitieron el pecado de los antiguos judíos. Esa culpabilidad corporativa impide el derramamiento de la lluvia tardía tan seguramente como la impenitencia de los judíos impide que les alcancen las bendiciones del ministerio del Mesías. "Nosotros" rechazamos el "preciosísimo mensaje" que el Señor nos envió y que lo representaba a Él mismo de una forma muy especial. Nuestros padres dijeron algo similar a lo expresado por los antiguos judíos, "¡La responsabilidad por retardar la venida del Señor sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos!". De hecho, E. White dijo que "nosotros" obramos peor que los judíos, ya que "teníamos" mucha mayor luz que ellos. La realidad de lo descrito por estas palabras es digno de atenta consideración:
"La luz que debe alumbrar la tierra con su gloria fue resistida, y por la acción de nuestros propios hermanos ha sido en gran medida mantenida apartada del mundo" (The EGW 1888 Materials, p. 1575).
"Esos hombres, cuyos corazones debieron haberse abierto para recibir a los mensajeros celestiales, se cerraron a sus ruegos. Ridiculizaron, se mofaron, y escarnecieron a los siervos de Dios que les habían traído el mensaje de gracia del cielo… ¿No temen esos hombres cometer el pecado de blasfemia? (Id., p. 1642).
"Hombres que profesan piedad han despreciado a Cristo en la persona de sus mensajeros. Como los judíos, rechazan el mensaje de Dios" (Id., p. 1651).
"Usted aborreció los mensajes enviados del cielo. Manifestó contra Cristo un prejuicio del mismísimo carácter, y más ofensivo para Dios que el de la nación judía… Usted, y todos los que como usted tuvieron evidencia suficiente, y no obstante rechazaron la bendición de Dios, persistieron en el rechazo debido a que usted lo había rehusado previamente" (Id., p. 1656).
Podemos replicar que no estamos repitiendo ese pecado de nuestros padres; pero entonces, ¿qué significa el esfuerzo constante por suprimir el mensaje real de 1888, y evitar que llegue a la gente?
Los judíos de antaño continuaron en ese curso de acción hasta que no hubo remedio para su impenitencia. Finalmente la ira del Señor se despertó contra ellos (2 Crón. 36:16). Entonces comenzó la trágica historia de los crueles imperios mundiales: Babilonia, Medo-Persia, Grecia y Roma. En cierto sentido, el antiguo Israel fue culpable del levantamiento de esos imperios. El mundo ha sido embargado por una pena inenarrable, debido a la impenitencia del pueblo de Dios.
Judíos incrédulos se reúnen todavía en el muro de las lamentaciones, en el antiguo Jerusalem, para rogar a Dios que les envíe el tan largamente esperado Mesías. ¡Cuánto mejor para ellos sería el arrepentirse de haberlo rechazado cuando vino, hace unos 2.000 años, y recuperar el mensaje evangélico que perdieron en aquella ocasión! Nosotros oramos al Señor para que nos envíe el don de la lluvia tardía, de manera que el mensaje final pueda iluminar la tierra con su gloria. Dice un reciente librito de Escuela Sabática:
"En la Asamblea de la Asociación General de 1990, cientos de creyentes se consagraron a la oración diaria por el derramamiento del Espíritu Santo, tanto en la lluvia temprana como en la tardía. Desde entonces, a todo lo largo y ancho del mundo, miles de personas han estado orando diariamente por la bendición especial del Señor. Una oración tal dará como seguro resultado corazones transformados, iglesias espiritualmente revitalizadas y más fervientes esfuerzos en favor de los no creyentes. Más aún, en respuesta a esa oración unida, el Señor promete conceder el mayor derramamiento del Espíritu Santo en la historia humana: la lluvia tardía predicha por Joel y por Pedro" (Comentario para los maestros, 9 marzo, 1992).
Orar por la lluvia tardía es bueno. Pero ¿hay algo que estamos olvidando? Hemos estado ya orando fervientemente por ella durante más de cien años, lo mismo que los judíos han estado orando por la venida del Mesías durante miles de años. ¿No sería sensato que nos arrepintiésemos por rechazar "el comienzo" de esa misma bendición que el Señor nos envió hace más de cien años, y demostrar nuestro arrepentimiento recuperando el mensaje que allí perdimos?
¿Es el llamamiento de nuestro Señor a que nos arrepintamos algo tan solemne como eso? ¿Tendrán que sucederse década tras década de sequía espiritual, debido a nuestra negativa a considerar seriamente su llamado? Si está llamándonos al arrepentimiento, debe haber alguna manera en la que podamos responder.
Robert J. Wieland, Se pues celoso y arrepientete pueblo mío
"La luz que debe alumbrar la tierra con su gloria fue resistida, y por la acción de nuestros propios hermanos ha sido en gran medida mantenida apartada del mundo" (The EGW 1888 Materials, p. 1575).
"Esos hombres, cuyos corazones debieron haberse abierto para recibir a los mensajeros celestiales, se cerraron a sus ruegos. Ridiculizaron, se mofaron, y escarnecieron a los siervos de Dios que les habían traído el mensaje de gracia del cielo… ¿No temen esos hombres cometer el pecado de blasfemia? (Id., p. 1642).
"Hombres que profesan piedad han despreciado a Cristo en la persona de sus mensajeros. Como los judíos, rechazan el mensaje de Dios" (Id., p. 1651).
"Usted aborreció los mensajes enviados del cielo. Manifestó contra Cristo un prejuicio del mismísimo carácter, y más ofensivo para Dios que el de la nación judía… Usted, y todos los que como usted tuvieron evidencia suficiente, y no obstante rechazaron la bendición de Dios, persistieron en el rechazo debido a que usted lo había rehusado previamente" (Id., p. 1656).
Podemos replicar que no estamos repitiendo ese pecado de nuestros padres; pero entonces, ¿qué significa el esfuerzo constante por suprimir el mensaje real de 1888, y evitar que llegue a la gente?
Los judíos de antaño continuaron en ese curso de acción hasta que no hubo remedio para su impenitencia. Finalmente la ira del Señor se despertó contra ellos (2 Crón. 36:16). Entonces comenzó la trágica historia de los crueles imperios mundiales: Babilonia, Medo-Persia, Grecia y Roma. En cierto sentido, el antiguo Israel fue culpable del levantamiento de esos imperios. El mundo ha sido embargado por una pena inenarrable, debido a la impenitencia del pueblo de Dios.
Judíos incrédulos se reúnen todavía en el muro de las lamentaciones, en el antiguo Jerusalem, para rogar a Dios que les envíe el tan largamente esperado Mesías. ¡Cuánto mejor para ellos sería el arrepentirse de haberlo rechazado cuando vino, hace unos 2.000 años, y recuperar el mensaje evangélico que perdieron en aquella ocasión! Nosotros oramos al Señor para que nos envíe el don de la lluvia tardía, de manera que el mensaje final pueda iluminar la tierra con su gloria. Dice un reciente librito de Escuela Sabática:
"En la Asamblea de la Asociación General de 1990, cientos de creyentes se consagraron a la oración diaria por el derramamiento del Espíritu Santo, tanto en la lluvia temprana como en la tardía. Desde entonces, a todo lo largo y ancho del mundo, miles de personas han estado orando diariamente por la bendición especial del Señor. Una oración tal dará como seguro resultado corazones transformados, iglesias espiritualmente revitalizadas y más fervientes esfuerzos en favor de los no creyentes. Más aún, en respuesta a esa oración unida, el Señor promete conceder el mayor derramamiento del Espíritu Santo en la historia humana: la lluvia tardía predicha por Joel y por Pedro" (Comentario para los maestros, 9 marzo, 1992).
Orar por la lluvia tardía es bueno. Pero ¿hay algo que estamos olvidando? Hemos estado ya orando fervientemente por ella durante más de cien años, lo mismo que los judíos han estado orando por la venida del Mesías durante miles de años. ¿No sería sensato que nos arrepintiésemos por rechazar "el comienzo" de esa misma bendición que el Señor nos envió hace más de cien años, y demostrar nuestro arrepentimiento recuperando el mensaje que allí perdimos?
¿Es el llamamiento de nuestro Señor a que nos arrepintamos algo tan solemne como eso? ¿Tendrán que sucederse década tras década de sequía espiritual, debido a nuestra negativa a considerar seriamente su llamado? Si está llamándonos al arrepentimiento, debe haber alguna manera en la que podamos responder.
Robert J. Wieland, Se pues celoso y arrepientete pueblo mío
Comentarios
Publicar un comentario