CONOCIENDO A JESÚS. Rompiendo el poder de la muerte.

ROMPIENDO EL PODER DE LA MUERTE

De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh Seol.

Oseas 13.14

 


¡Bien podían los cielos haber quedado asombrados por la recepción de su amado Capitán recibido en el mundo! Él hizo el mundo, y sin embargo el mundo no lo conoció. Amigos lo negaron, lo abandonaron y lo traicionaron. Fue presa de tentaciones. La agonía humana convulsionó su alma divina. Fue lacerado por cruelez azotes. Su manos fueron clavadas, sus santas sienes fueron coronadas de espinas. Fueron las maquinaciones de Satanás las que hicieron de la vida de Cristo una oscura serie de aflicciones y tristezas; y por último maquinó la muerte de Cristo, en cuyo acto destruyó su propio trono.

En el acto de morir, Cristo estaba destruyendo a aquel que tenía el imperio de la muerte. Llevó a cabo el plan, terminó la obra que había convenido en realizar desde la caída de Adán. Al morir por la culpa de un mundo epcador, él restauró al hombre caído a la posición de la cual había caído a consecuencia de la desobediencia, a condición de la obediencia a los mandamientos de Dios.

Nuestra salvación fue obrada mediante el infinito sufrimiento del Hijo de Dios. Su pecho divino llevó la angustia, la agonía, el dolor que la pecaminosidad de Adán trajo sobre la raza humana. El calcañar de Cristo fue herido a la verdad cuando su humanidad sufrió, y el pesar más profundo que haya oprimido alguna vez a los seres que había creado abrumó su alma mientras estaba pagando la vasta deuda que el hombre debía a Dios.

Al llevar a la penalidad del pecado y al bajar a la tumba, Cristo la iluminó para todos los que mueren con fe. Dios, en forma humana, sacó a la luz la vida y la inmortalidad por el Evangelio. Al morir, Cristo aseguró la cida eterna a todos los que crean en Él.

E.G. White 

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