VIDA EN ABUNDANCIA (II). El secreto de la estrategia enemiga y la treta de Satanás para desbaratar el plan de salvación
EL SECRETO DE LA ESTRATEGIA ENEMIGA Y LA TRETA DE SATANÁS PARA DESBARATAR EL PLAN DE SALVACIÓN
La intemperancia de cualquier clase entorpece los órganos sensoriales y debilita de tal forma el poder cerebral, que las cosas eternas no son apreciadas sino colocadas en el mismo nivel que las cosas comunes. Las facultades superiores de la mente, destinadas a propósitos elevados, sn puestas en la esclavitud de las pasiones más bajas. Si nuestros hábitos físicos no son correctos, nuestras facultades mentales y morales no pueden ser fuertes, porque hay una estrecha relación entre lo físico y lo moral.
Los nervios del cerebro que relacionan todo el organismo entre sí son el único medio por el cual el cielo puede comunicarse con el hombre, y afectan su vida más íntima. Cualquier cosa que perturbe la circulación de las corrientes eléctricas del sistema nervioso disminuye la fuerza de las potencias vitales, y como resultado se atenúa la sensibilidad de la mente.
Satanás se halla completamente alerta para colocar por completo bajo su dominio a la raza humana. La forma más poderosa en que él hace presa del hombre es el apetito, que trata de estimular de toda manera posible.
Satanás había estad en guerra con el gobierno de Dios desde que se rebeló por primera ves. Su éxito al tentar a Adán y a Eva en el Edén y la introducción del pecado en el mundo había envalentonado a este archienemigo. Se había jactado orgullosamente ante los ángeles celestiales que cuando Cristo apareciese, tomando la naturaleza humana, sería más débil que él mismo (Satanás) y sería vencido por su poder.
Se alegró de que Adán y Eva en el Edén no pudieron resistir sus insinuaciones cuando provocó su apetito. En la misma forma venció a los habitantes del mundo antiguo, mediante la complacencia del apetito sensual y de las pasiones corruptas. Mediante la complacencia del apetito había vencido a los israelitas.
Se jactó de que el mismo Hijo de Dios, que estaba con Moisés y Josué, no podía resistir su poder y conducir al pueblo favorecido or su elección hasta Canaán, puesto que casi todos los que habían salido de Egipto murieron en el desierto; también se jactó de haber tentado al manso Moisés a atribuirse la gloria que correspondía a Dios. Mediante la complacencia del apetito y la asión, había inducido a David y a Salomón, que habían sido especialmente favorecidos por Dios, a incurrir en el desagrado de Dios. Y se vanagloriaba de que aun podría tener éxito en frutstrar el propósito de Dios en la salvación del hombre mediante Jesucristo.
La temperancia
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