CONOCIENDO A JESÚS. La promesa de su presencia

LA PROMESA DE SU PRESENCIA

Que prediques la palabra; que insten a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.

2 Timoteo 4.2


Todo el que quiera emprender una obra de reforma enfrentará una decidida oposición. Esta tarea requiere abnegación. 

No debemos preguntar si se nos aprecia o no. Nada tenemos que hacer con eso. Consideremos cómo trabajó Cristo. Todo el que intente realizar alguna obra de reforma, que trate de conducir a los pecadores a una vida de abnegación y santidad, neceistará a cada instante la seguridad dada por Cristo después de su resurrección: "He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo." (Mateo 28.20)

Tomen la Palabra. Vivan la Palabra. Prediquen la Palabra tal como lo han hecho en lo pasado. El Señor Jesús les ha dado la promesa de su presencia. Tórnenla aprécienla. Ni a ustedes ni a mí nos  corresponde verificar si se aprecian o no los actos de abnegación y sacrificio propio.

La obra de reforma requerirá toda la fe, las lágrimas y oraciones que la inteligencia humana sea capaz de soportar. Nuestro cometido es: Levantad la cruz y llevadla tras Jesús, luchando siempre por manifestar el mismo espíritu que lo indujo a anhelar su bautismo de sufrimiento en la cruz.

Cuando se puso en manos del Salvador la copa del sufrimiento en el jardín del Getsemaní, un pensamiento acudió a su mente: ¿Bebería de esa copa o abandonaría al mundo para que se perdiera en sus pecados? Sus sufrimientos sobrepujaba la comprensión humana. Cuando le sobrevino la agonía, "era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra". Luca 22.44. La copa misteriosa tembló en sus manos. En medio de esac rissi terrible, cuando todo estaba en juego, el ángle poderosos que permanece junto a la presencia de Dios acudió al lado de Cristo, no para retirar la copa que tenía en la mano sino para fortalecerlo a fin de que la bebiera, dándole la seguirdad del amor del Padre.

Cristo bebió la copa, y por esto los pecadores pueden acudir a Diso para encontrar perdón y gracia. Pero los que participen de la gloria de Cristo también deben participar de sus sufrimientos.

¿Tomaremos la cruz y, mediante una comprensión inteligente de lo que significa seguir a Cristo, practicaremos la abnegación a cada instante?

Carta 66, del 10 de febrero de 1906, dirigida al pastor S. N. Haskell y Sra.  



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