UN CONFLICTO CÓSMICO REAL. Adán y Eva, señores de la tierra.

ADÁN Y EVA, SEÑORES DE LA TIERRA

Mientras permaneciesen leales a Dios, Adán y su compañera iban a ser los señores de la tierra. Recibieron dominio ilimitado sobre toda criatura viviente. El león y la oveja triscaban pacíficamente a su alrededor o se echaban junto a sus pies. Los felices pajarillos revoloteaban alrededor de ellos sin temor alguno; y cuando sus alegres trios ascendían alabando a su Creador, Adán y Eva se unían a ellos en acción de gracias al Padre y al Hijo.

La santa pareja eran no sólo hijos bajo el cuidado paternal de Dios, sino también estudiante que recibían instrucción del omnisciente Creador. Eran visitados por los ángeles, y se gozaban en la comunión directa con su Creador, sin ningún velo obscurecedor de por medio. Se sentían pletóricos del vigor que procedía del árbol de la vida y su poder intelectual era apenas un poco menor que el de los ángeles. 

Los misterios del universo visibles, "las maravillas del Perfecto en sabiduría" (Job 37.16), les suministraban una fuente inagotable de instrucción y placer. Las leyes y ls procesos de la naturaleza, que han sido objeto de estudio de los hombres durante seis mil años, fueron puestos al alcance de sus mentes por el infinito Forjador y Sustentador de todo. Se entretenían con las ojas, las flores y los árboles, descubriendo en cada uno de ellos los secretos de su vida. Toda criatura viviente era familiar para Adán, desde el poderoso leviatán que juega entre las aguas hasta el mas diminuto insecto que flota en el rayo del sol. A cada uno le había dado nombre y conocia su naturaleza y sus costumbres. La gloria de Dios en lso cielos, los innumerables mundos en sus ordenados movimientos, "las diferencias de las nubes" (Job 37.16), los misterios de la luz y del sonido, de la noche y del día, todo estaba al alcance de la comprensión de nuestros primeros padres. El nombre de Dios estaba escrito en cada hoja del bsque, y en cada brillante estrella, en la tierra, en el aire y en los cielos. El orde y la armonía de la creación les hablaba de una sabiduría y un poder infinito. Continuamente descubrían algo nuevo que llenaba su corazón del más profundo amor, y les arrancaba nuevas expresiones de gratitud.

Mientras permaneciesen fieles a la divina ley, su capacidad de saber, gozar y amar aumentaría continuamente. Constantemente obtendrían nuevos tesoros de sabiduría, desscubriendo frescos manantiales de felicidad, y obteniendo un concepto cada vez más caro del incomensurable e infalible amor de Dios.

Patriarcas y Profetas.

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