DESCUBRIENDO NUESTRA HISTORIA. El fracaso: un desenlace impensable para el programa de Dios
DESCUBRIENDO NUESTRA HISTORIA
Historia de un siglo de confrontación entre Dios y su pueblo (3)
El fracaso: un desenlace impensable para el programa de Dios
"Estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, que vivimos en estos tiempos finales."
1 Corintios 10.11
Si bien es cierto que Cristo murió por nosotros y pagó el precio por todos nuestros pecados como nuestro divino sustituo, se requiere cierta respuesta de fe por nuestra parte. En ausencia de un pueblo verdaderamente preparado para la segunda venida de Cristo, y sin que se comprenda su misión mundial, el Señor no puede regresar. No puede echar su poderosa hiz hasta que la mies de la tierra esté madura (Apocalipsis 14.15-16). Esa verdad está profundamente enraizada en el adventismo. No hay forma de que podamos obviarla y seguir siendo adventistas.
Antes que el Señor pueda vindicar a su iglesia remanente, la generación actual debe en esencia rectificar de algún modo toda negación del pueblo de Dios en seguir la luz. Eso debe efectuarse, no según un programa de obras, sino mediante la fe desarrollada hasta la madurez. Como juez, Dios no puede aprobar al que es negligente en el arrepentimiento, se trate de individuos o de un movimiento.
Las conclusiones de este estudio apuntan a la existencia de graces incomprensiones oficiales relativas a episodios vitales en la historia del adventismo. Hay evidencia de que la verdad concerniente a la lluvia tardía del Espíritu Santo y el fuerte pregón del Apocalipsis 18 ha sido distorsionada e incluso encubierta. Eso ha acarreado trágicas consecuencias de alcance mundial. La incomprensión de nuestro pasado distorsiona también nuestra comprensión del presente y debilita la confianza en nuestra misión singular. Eso nos pone al borde del desastre. Es imposible para cualquiera, en cualquier parte, entender los acontecimientos del presente mientras alberga una visión distorsionada de los hechos del pasado.
La verdad no pierde nada al rexaminarla detenidamente. Sea que se trate de una doctrina teológica, o bien de un principio vital de la historia eclesiástica. E.White indica que es necesario desentrañarla:
"Ningunda doctrina verdadera perderá un ápice por someterla a rigurosa investigación. Estamos viviendo en tiempos peligrosos y no debemos aceptar todo lo que se presenta como siendo verdad sin examinarla detenidamente, ni podemos permitirnos rechazar aquellos que produzca los frutos del Espíritu de Dios. Al contrario: debemos recibir la instrucción y ser mansos y humildes de corazón... El Señor ha dispuesto que nuestra opiniones sean puestas a prueba" (Review and Herlad, 20 de diciembre 1892).
Si no sometemos "a prueba" nuestras opiniones relativas a doctrinas o interpretaciones históricas, mentes perspicaces entre nuestros oponentes harán finalmente esa obra en nuestro lugar.
"Si es que Dios ha hablado por mí, llegará el tiempo en que se nos lelvará ante los consejos y ante millares a causa de su nombre, y cada uno tendrá que dar razón de su fe. Entonces tendrá lugar la más severa crítica sobre cada posición que hayamos asumido como verdad" (Review and Herlad, 18 diciembre 1888).
Las palabras procedentes se escribieron mientras se desarrollaban importantes eventos de nuestra historia denominacional. Ciertas inrepretaciones relativas a esos eventos han venido a alcanzar hoy entre nosotros casi la categoría de dogma. De ahí la necesidad de una investigación veraz, a fin de poder distinguir entre lo que es verdadera historia, y lo que es "tradición de ancianos". Por razones que expondremos más adelante, hemos lelgado a rodear el episodio de 1888 de nuestra historia en las neblinas de esa tradición. Se impone la necesidad de distinguir entre los hechos y la fantasía.
Robert J. Wieland y Donald K. Short, 1888 Rexaminado
Más en mi blog: Buenas Nuevas del Evangelio,
en dos pubicaciones semanales, deseo compartir con el mundo las buenas
nuevas del evangelio, "porque la gracia de Dios se ha manifestado para
salvación a todos los hombres" (Tito 2.11), esperando que sea fructifero
en la vida de cada uno de vosotros y la mía.
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