DESCUBRIENDO NUESTRA HISTORIA. El arrepentimiento y el día de la expiación: "soy rico, me he enriquecido"
DESCUBRIENDO NUESTRA HISTORIA
Historia de un siglo de confrontación entre Dios y su pueblo (4)
El arrepentimiento y el día de la expiación: "soy rico, me he enriquecido"
"Estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, que vivimos en estos tiempos finales."
1 Corintios 10.11
La purificación del santuario no puede alcanzar su cumplimiento hasta que no comprendamos plenamente el significado de 1888 en nuestra historia, y quede resuelto el problema espiritual subyacente. Ese período en particular de nuestra historia es especialmente significativo. Así lo implica una declaración que E. White escribió al presidente de la Asociación General, O.A. Olsen, cuatro años después de la asamblea de Minneapolis:
"El pecado cometido en lo que tuvo lugar en Minneapolis permanece en los libros de registro del cielo, anotado contra los nombres de aquellos que resistieron la luz, y permanecerá en los registros hasta que se haga una confesión plena y los transgresores acudan ante Dios en total humildad" (Carta O19, 1 de septiembre 1892)
Sus escritos posteriores indican que no se dio esa "confesión plena", y que la experiencia de acudir "ante Dios en total humildad" no tuvo lugar para la mayoría de ellos. Todos aquellos hermanos murieron ya, pero eso no significa la purificación automática de los "libros de registro del cielo". Esos libros registran el pecado corporativo, tanto como el pecado personal. La verdad fudnamental que ha hecho de los adventistas del séptimo día un pueblo peculiar consiste en que la muerte no produce purificación de los libros de registro en el cielo. La purificación tiene tiene lugar en el "juicio investigador", que es un día de expiación final de carácter corporativo.
Lo que está en cuestión no es la salvación de las almas de los queridos líderes que hace un siglo resistieron el mensaje. Aunque prisioneros en sus tumbas, descansan en la paz del Señor. La cuestión ahora es la finalización de la obra de Dios en la tierra, en espera de que manifestemos la tan largamente esperada empatía con el Señor, que permita verdaderamente darle "gloria, porque la hora de su juicio ha llegado" (Apocalipsis 14.7). Necesitamos recuperar en nuestra generación la inconmensurable bendición que nuestros hermanos de hace un siglo mantuvieron "lejos del mundo" y de "nuestros hermanos, en gran medida" (Mensajes Selectos, vol. I, p. 276). En Cristo somos "un cuerpo", una ciudad o comunidad espiritual relacionada corporativamente con aquellos hermanos del pasado. Su pecado es nuestro pecado, excepto que nos arrepintamos de forma específica e inteligente.
El "cuerpo" está afectado por la tibieza. Es posible reguir el rastro de la enfermedad espiritual hasta 1888. En vista de las profundas implicaciones que tiene nuestra condición espiritual de hoy, compete ahora a la nueva generación interpretar correctamente lo que ocurrió en la generación pasada. El mensaje de Cristo para su iglesia de los últimos días requere rexaminar cabalmente la parte de nuestra historia que dio origen a nuestro complejo de "soy rico, me he enriquecido" (Apocalipsis 3.14-21).
La negligencia en realizarlo hace recaer sobre nosotros la culpabilidad de generaciones pasadas. Estamos siendo probados tan ciertamente como lo fueron ellos.
Robert J. Wieland y Donald K. Short, 1888 Rexaminado
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