UN CONFLICTO CÓSMICO REAL. El Plan de Redención y el Consejo de Paz

EL PLAN DE REDENCIÓN Y EL CONSEJO DE PAZ 

La caída del hombre llenó todo el cielo de tristeza. El mundo que Dios había hecho quedaba mancillado por la maldición del pecado, y habitado por seres condenados a la miseria y a la muerte. Parecía no existir escapatoria para aquellos que habian quebrantado la ley. Los ángeles suspendieron sus himnos de alabanza. Por todos los ámbitos de los atrios celestiales, había lamentos pr la ruina que el pecado había causado.

El Hijo de Dios, el glorioso Soberano del cielo, se conmovió de compasión por la raza caída. Una infinita misericordia conmovió su corazón al evocar las desgracias de un mundo perdido. Pero el amor divino había concebido un plan mediante el cual el hombre podía ser redimido. La quebrantada ley de Dios exigía la vida del pecado. En todo el universo solo existía uno que podia satisfacer sus exigencias en lugar del hombre. Puesto que la ley divina es tan sagrada como el mismo Dios, sólo uno igual a Dios podría expiar su transgresión. Ninguno sino Cristo podía salvar al hombre de la maldición de la ley, y colocarlo otra vez en armonía con el Cielo. Cristo cargaría con la culpa y la vergüenza del pecado, que era algo tan abominable a los ojos de Dios que iba a separar al Padre y si Hijo. Cristo descendería a la profundidad de la desgracia para rescatar la raza caída.

Cristo intercedió ante el Padre en favor del pecador, mientras la hueste celestial esperaba los resultados con tan intenso interés que la palabra no puede expresar. Mucho tiempo duró aquella misteriosa conversación, el "consejo de paz" (Zacarías 6.13) en favor del hombre caído. El plan de la salvación había sido concebido antes de la creación del mundo; pues Cristo es "el Cordero, el cula fue muerto desde el principio del mundo." (Apocalipsis 13.8). Sin embargo, fue una lucha, aun para el mismo Rey del universo, entregar a su Hijo a la muerte por la raza culpable. Pero, "de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." (Juan 3.16) ¡Oh, el misterio de la redención! ¡El aor de Dios hacia un mundo que no le amaba! ¿Quién puede comprender la profundidad de ese amor "que excede a todo conocimiento"? Al través de los siglos sin fin, las mentes inmortales, tratando de entender el misterio de ese incomprensible amor, se maravillarán y adorarán a Dios.

Dios se iba a manifestar en Cristo, "reconciliando el mundo a sí" (2 Corintions 5.19). El hombre se había envilecido tanto por el pecado que le era imposible por sí mismo ponerse en armonía con Aquel cuya naturaleza es bondad y pureza. Pero después de haber redimido al mundo de la condenación de la let, Cristo podría impartir poder divino al esfuerzo humano. Así, mediante el arrepentimiento ante Dios y la fe en Cristo, los caídos hijos de Adán podrían convertirse nuevamente en "hijos de Dios." (1 Juan 3.2)

Patriarcas y Profetas
 

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