VIDA EN ABUNDANCIA (I) El porqué de la pobreza (I)
EL PORQUÉ DE LA POBREZA (I)
-Para fomentar el amor y la misericordia
En la providencia de Dios los hechos han sido así ordenados para que los pobres estén siempre con nosotros, con el propósito de que pueda haber un constante ejercicio en el corazón humano de los atributos de la misericordia y el amor. El hombre ha de cultivar la ternura y la compasión de Cristo; no ha de separarse de los dolientes, los afligiso, los necesitados y los angustiados.
-Para desarrollar en el hombre un carácter semejante al de Dios
Aunque el mundo necesita simpatía, aunque necesita las oraciones y la ayuda de Dios, aunque necesita ver a Cristo en la vida de los que le siguen, los hijos de Dios necesitan igualmente oportunidades que atraigan sus simpatías, den eficiencia a sus oraciones y desarrollen en ellos un carácter semejante al modelo divino.
Para proveer estas oportunidades, Dios colocó entre nosotros a los pobres, los infortunados, los enfermos y los dolientes. Son el legado de Cristo a su iglesia, y han de ser cuidados como él los cuidaría. De esta manera, Dios elimina la escoria y purifica el oro, dándonos la cultura del corazón y el carácter que necesitamos.
El Señor podría llevar a cabo su obra sin nuestra cooperación. No depende de nosotros por nuestro dinero, nuestro tiempo, nuestro trabajo. Pero la iglesia es muy preciosa a su vista. Es el estuche que contiene sus joyas, el aprisco que encierra su rebaño, y él anhela verla sin mancha, tacha ni cosa semejante. El siente por ella anhelos de amor indecible. Esta es la razón por la cual nos ha dado oportunidades de trabajar para él y acepta nuestras labores como prueba de nuestro amor y lealtad.
-Para que comprendamos la misericordia de Dios
El pobre, tanto como el rico, son el objeto del especial cuidado y de la atención de Dios. Sáquese la pobreza y no tendremos cómo comprender la misericordia y el amor de Dios, no habrá forma de conocer la compasión y la simpatía del Padre celestial.
-Dios nos da para que podamos dar a otros
Dios nos imparte su bendición para que podamos impartirla a otros. Cuando le pedimos nuestro pan cotidiano, él mira nuestro corazón para ver si queremos compartirlo con los que necesitan más que nosotros. Cuando oramos: "Dios, sé propicio a mí, pecador", quiere ver si manifestaremos compasión hacia aquellos con quienes tratamos. Damos evidencia de nuestra relación con Dios, si somos misericordiosos como lo es nuestro Padre celestial.
-El retener empequeñece el crecimiento espiritual
Nada mina la espiritualidad del alma más rápidamente que el albergar en ella el egoísmo y las preocupaciones por sí mismo. Los que son indulgentes consigo mismos y negligentes en el cuidado de las almas y de los cuerpos de aquellos por quienes Cristo ha dado su vida, ni están comiendo del pan de vida ni bebiendo del agua del manantial de la salvación. Están secos y sin savia, como árboles que no llevan fruto. Son enanos espirituales, que consumes para sí mismos sus recursos; pero, "todo lo que el hombre sembrare, eso también segará."
A causa de que los ricos descuidan hacer la obra en favor de los pobres que Dios les asignó para que hicieran, desarrollan más orgullo, más suficiencia propia, más indulgencia para sí mismos y se les endurece el corazón. Ellos (los ricos) apartan a los pobres de sí por el hecho de ser pobres y de ese modo les dan motivo para sentirse envidiosos y celosos. Muchos llegan a la amargura y están saturados de odio hacia aquellos que lo tienen todo mientras ellos no tienen nada.
Dios pesa las acciones, y todo aquel que sea infiel en su mayordomía, y que no haya remediado los males que estuvo en su poder remediar, no será tenido en cuenta en las cortes del cielo. Aquellos que sean indiferentes a la necesidad de los pobres serán considerados como administradores infieles y clasificados como enemigos de Dios y del hombres. Aquellos que malversan los medios que Dios les ha encomendado para ayudar precisamente a los que necesitan su ayuda, demuestran que no tienen conexión con Cristo, porque fallan en manifestar la ternura de Cristo hacia los que son menos afortunados.
El ministerio de la bondad
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