VIDA EN ABUNDANCIA (II) El porqué de la pobreza (II)
EL PORQUÉ DE LA POBREZA (II)
-Si el rico camina en las pisadas de Cristo
El rico es un administrador de Dios, y si camina en las pisadas de Cristo, manteniendo una vida piadosa y humilde, llegará a través de la transformación de su carácter a tener un corazón dócil y sumiso. Se da cuenta que sus posesiones son solamente tesoros prestados y los sentirá como sagrados depósitos que le han sido encomendados para ayudar a los necesitados y dolientes, en lugar de Cristo. Esta obra traerá su recompensa en talentos y riquezas atesorados al lado del trono de Dios. De esta manera, el rico puede hacer que su vida tenga un éxito espiritual, como un fiel administrador de las cosas de Dios.
-El sufrimiento, un medio para el perfeccionamiento del carácter.
Hay también en las palabras del Salvador un mensae de consuelo para los que sufren aflicción o la pérdida de un ser querido. Nuestras tristezas no brotan de la tierra. Dios "no aflige ni congoja de su corazón a los hijos de los hombres". Cuando él permite que suframos pruebas y aflicciones, es para "lo que nos es provechosos, para ue recibamos santificación". Si la recibimos con fe, la rpeuba que parece tan amarga y difícil de soportar resultará una bendición. El golpe cuel que marchita los gozos terrenales nos hará dirigir los ojos al cielo. ¡Cuántos son los que nunca habrían conocido a Jesús, si la tristeza no les hubiera movido a buscar consuelo en él.
Las pruebas de la vida son los instrumentos de Dios para eliminar de nuestro carácter toda impureza y tosquedad. Mientras nos labran, escuadrna, cincelan, pulen y bruñen, el proceso resulta penoso, y es duro ser oprimido contra la muela de esmeril. Pero la piedra sale preparada para ocupar su lugar en el templo celestial. El Señor no ejecuta trabajo tan consumado y cuidadoso en material inútil. Únicamente sus piedras preciosas se labran a manera de las de un palacio.
El Señor obrará para cuantos depositen su confianza en él. Los fieles ganarán victorias preciosas, aprenderán lecciones de gran valor y tendrán experiencias de gran provecho.
-La aflicción y la calamidad no inidican el desagrado de Dios.
"Y pensando Jesús, vió un hombre ciego desde su nacimiento. Y preguntáronle sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quien pecó, éste o sus padres, para que naciese ciego? Respondió Jesús: ni éste pecó, ni sus padres: mas para que las obras de Dios se manifestasen en él."
Se creía generalmente entre los judíos que el pecado era castigado en esta vida. Se consideraba que cada aflicción era castigo de alguna falta cometida por el mismo que sufría o por sus padres. Es verdad que todo sufrimiento es resultado de la transgresión de la ley de Dios, pero esta verdad había sido falseada. Satanás, el autor del pecado y de todos sus resultados, había inducido a los hombres a considerar la enfermedad y la muerte como procedentes de Dios, como un castigo arbitrariamente infligido por causa del pecado. Por lo tanto, aquel a quien le sobrevenía una gran aflicción o calamidad debía soportar la carga adicional de ser considerado un gran pecador.
Diso había dado una lección destinada a prevenir esto. La historia de Job había mostrado que el sufrimiento es infligido por Satanás, pero que Dios predomina sobre él con fines de misericordia. Pero Israel no entendía la lección. Al rechazar a Cristo, los judíos repetían el mismo error por el cual Dios había reprobado a los amigos de Job.
Los discípulos compartían la creencia de los judíos concerniente a la relación del pecado y el sufrimiento. Al corregir Jesús el sufrimiento, no explicó la causa de la aflicción del hombre sino que les dijo cuál sería el resultado. Por causa de ello se manifestarían las obras de Dios. "Entre tanto que estuviere en el mundo -dijo él- luz del mundo soy." Entonces habiendo untado los ojos al ciego, lo envió a lavarse en el estanque de Siloé, y el hombre recibió la vista. Así Jesús contestó la pregunta de los discípulos de una manera práctica como respondía él generalmente a las preguntas que se le dirigían nacidas de la curiosidad. Los discípulos no estaban llamadas a discutir la cuestión de quién había pecado o no, sino a entender el poder y la misericordia de Dios al dar vista al viego.
Ministerio de la bondad
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