DESCUBRIENDO NUESTRA HISTORIA. Sencillo remedio divino para un grave problema denominacional. Nuestro problema actual

DESCUBRIENDO NUESTRA HISTORIA

Historia de un siglo de confrontación entre Dios y su pueblo (9)

SENCILLO REMEDIO DIVINO PARA UN GRAVE PROBLEMA DENOMINACIONAL

NUESTRO PROBLEMA ACTUAL

"Estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, que vivimos en estos tiempos finales."

1 Corintios 10.11

¿Podría algún mensaje dinámico, alguna "palabra", penetrar en el corazón de Laodicea y cumplir en poco tiempo lo que décadas de ferviente ministerio espiritual por parte de E. White no consiguieron en favor de la iglesia?

De acuerdo con el plan del Señor, la respuesta es afirmativa. Dios envió tal "palabra" mediante humildes instrumentos en 1888: un mnesaje que había de ser el "comienzo" de la lluvia tardía y el fuerte pregón. Vendría de forma tan poco pretenciosa como aquel "gusano" que hizo secar la cabalacera de Jonás, y de forma tan humilde como aquel nacimiento en el pesebre de Belén. Dios envió dos jóvenes y poco conocidos agentes con una presentación fresca de la pura verdad. El mensaje hizo las delicias de E. White, quien vio que proveía el eslabón que le faltaba al adventismo: la motivaicón que transformaría los pesados "deberes" del legalismo en gozosos imperatios de devoción apostólica.

Pero E. White manifestó santa indignación hacia los hermanos en la dirección que reacción negativamente, incapaces de apreciar lo que estaba aconteciendo. Se refirió a los dos mensajeros en estos términos:

"El sacerdote tomó (al niño Jesús) en sus brazos, pero nada pudo ver allí. Dios no le habló diciendo: "Aquí está la consolación de Israel". Pero nada más llegar SImón... vió al niñito en los brazos de su madre... Dios le dice. "Éste es la consolación de Israel"... Allí estaba alguien que lo reconoció por encontrarse en la situación de poder discernir las cosas espirituales... No tenemos duda de que el Señor estaba con el pastor Waggoner mientras hablaba ayer... La cuestión es: ¿ha enviado Dios la verdad? ¿Ha suscitado Dios a estos hombres para proclamar la verdad? Diho: Sí. Dios ha enviado a hombres para traernos la verdad a menos que Dios hubiese enviado alguien que nos la trajera... Yo la acepto, y no me atreveré más a levantar la mano contra estas personas de lo que lo haría contra Jesucristo, quien debe ser reconocido en sus mensajeros...Hemos estado en la perplejidad y la duda, y las iglesias están a punto de morir. Pero leemos ahora aquí "Después de esto vi a otro ángel descender del cielo con gran poder; y la tierra fue alumbrada con su gloria"." (Manuscrito 2, 1890)


Un siglo después, con una maquinaria organizativa mundial más pesada, la dificultad para rectificar esa misma tibia condición de "a punto de morir", produce mayor perplejidad aún que en 1890. El orgullo y la tibieza denominacionales representen un enorma problema en muchas naciones y culturas. No se puede seguir esperando que el remedio sea meramente dejar pasar el tiempo. Hasta la propia paciencia de Dios puede llegar a su límite. El Señor no va a tolerar, no puede tolerar, por simpre los resultados de nuestra tibieza. Es él quien dice que lo ponemos enfermo al punto de producirle náuseas (como implica el lenguaje original de Apocalipsis 3.16-17).

La clave para comprender nuestra desconcertante situación actual yace en una verdadera apreciación de lo que ocurrió en la asamblea de 1888, y lo que de ella derivó. Hemos de reconocer la realidad de su impacto espiritual en el carácter de nuestra denominación en todo el mundo hoy. La lluvia tardía y el fuerte pregón comenaron entre nosotros como un simple y nada espectacular mensaje de poder milagrosos, pero esas incalculables bendiciones fueron desechadas cuando se "insultó" al Espíritu Santo.

Robert J. Wieland y Donald K. Short, 1888 REEXAMINADO 

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