VIDA EN ABUNDANCIA. Nuestras oraciones nunca molestan a Dios

NUESTRAS ORACIONES NUNCA MOLESTAN A DIOS


Cuando están en dificultades, cuando son asatlados por fieras tentaciones, tienen el privilegio de la oración. ¡Qué exaltado provilegio! Los seres finitos, de polvo y ceniza, admitidos por la mediación de Cristo en la cámara de audiencia del Altísimo. Con tales prácticas, el alma es colocada dentro de una sagrada proximidad con Dios y es renovada en conocimiento y en verdadera santidad y fortalecida contra los asaltos del enemigo.

Los que han profesado amar a Cristo no han comprendido la relación que existe entre ellos y Dios... No comprenden cuán grandes privilegios y necesidades son la oración, el arrepentimiento y el cumplir las órdenes de Cristo. 

Es nuestro privilegio abrir el corazón y permitir que los rayos de la presencia de Cristo entren en él. Hermano mío, hermana mía, dad el rostro a la luz. Poneos en contacto verdadero y personal con Cristo, para que podáis ejercer una influencia elevadora y vivificadora. Que vuestra fe sea fuerte, pura y firme. Que la gratitud a os llene vuestro corazón. Cuando os levantáis en la mañana, arrodillaos junto a vuestro lecho, y pedid a Dios que os fortalezca para cumplir los deber del día y hacer frente a sus tentaciones. Pedidle que os ayude a pronunciar palabras que inspiren esperanza y ánimo a los que os rodean, y que os acerquen al Salvador. 

No hay tiempo o lugar en que sea impropio orar a Dios. No hay nada que pueda impedirnos elevar nuestro corazón en ferviente oración. En medio de las multitudes y del afán de nuestros negocios, podemos ofrecer a Dios nuestras peticiones e implorar a la divina dirección, como lo hizo Nehemías cuando hizo la petición delante del rey Artajerjes. En dondequiera que estemos podemos estar en comunión con él. Debemos tener abierta y continuamente la puerta del corazón, e invitar siempre a Jesús a venir y morar en el alma como huesped celestial.

Aunque estemos rodeados de una atmósfera corrompida y manchada, no necesitamos respirar sus miasmas, antes bien podemos vivir en la atmósfera limpia del cielo. Podemos cerrar la entrada a toda imaginación impura y a todo pensamiento perverso, elevando el alma a Dios mediante la oración sincera. Aquellos cuyo corazón esté abierto para recibir el apoyo y la bendición de Dios, andarán en una atmósfera más santa que la del mundo y tendrán constante comunión con el cielo. 

Necesitamos tener ideas más claras de Jesús y una comprensión más completa de las realidades eternas. La hermosura de la santidad ha de consolar el corazón de los hijos de Dios; y para que esto se lleve a cabo, debemos buscar las revelaciones divinas de las cosas celestiales.

Extiéndase y elévese el alma para que Dios pueda concedernos respirar la atmósfera celestial. Podemos mantenernos tan cerca de Dios que en cualquier prueba inesperada nuestros pensamientos se vuelvan a él tan naturalmente como una flor se vuelve al sol.

Presentad a Dios vuestras necesitades, gozos, tristezas, cuidados y temores. No podéis agobiarlo ni cansarlo. El que tiene contados los cabellos de vuestra cabeza, no es indiferente a las necesidades de sus hijos: "Porque el Señor es muy misericordioso y compasivo" (Salmos 5.11).

Su amoroso corazón se conmueve por nuestras tristezas y aún por nuestra presentación de ellas. Llevadle todo lo que confunda vuestra mente. Ninguna cossa es demasiado grande para que él no la pueda soportar; él sostiene los mundos y gobierna todos los asuntos del universo.

Ninguna cosa que de alguna manera afecte nuestra paz es tan pequeña que él no la note. No hay en nuestra experiencia ningún pasaje tan oscuro que él no pueda leer, ni perplejidadtan grande que él no pueda desenredar... Las relaciones entre Dios y cada una de las almas son tan claras y plenas como si no hubiese otra alma por al cual hubiera dado a su Hijo amado.

La oración

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