5. BUENAS NUEVAS. La justicia de Dios (3)
BUENAS NUEVAS
La justicia de Dios (3)
"Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (Mateo 6.33)
Pero no es simplemente en un particular donde el ser humano ha fallado. Ha errado en todo particular. "Todos se desviaron, se echaron a perder. NO hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno". Y no sólo eso, sino que es imposible para el hombre caído, con su poder debilitado, hacer ni un sólo acto que esté a la altura de la norma perfecta. Lo anterior no necesita más prueba que volver a recordar el hecho de que la ley es la medida de la justicia de Dios. De seguro no hay nadie tan presuntuoso como para reclamar que ningún acto de su vida haya sido o pueda ser tan bueno como si hubiera sido hecho por el Señor mismo. Todos deben decir con el salmista, "Fuera de ti no hay bien para mí". Salmos 16.2
Este hecho está implícito en claras declaraciones de la Escritura. Cristo, quien "no necesitaba que nadie le dijera nada acerca de los hombres, porque él sabía lo que hay en el hombre" (Juan 2.25), dijo: "Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, adulterios, fornicaciones, homicidios, hurtos, avaricias, maldades, engaños, vicios, envidias, chismes, soberbia, insensatez; todas estas maldades de adentro salen, y contaminan al hombre" (Marcos 7.21-23). En otras palabras, es más fácil hacer el mal que hacer el bien, y las cosas que una persona hace de forma natural, son maldad. La maldad yace en lo íntimo, es parte del ser. por lo tanto, dice el apóstol: "La mente carnal [o natural] es contraria a Dios, y no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede. Así, los que viven según la carne no pueden agradar a Dios." (Romanos 8.7-8). Y en otro lugar: "Porque la carne desea contra el Espíritu, y el Espíritu contra la carne. Los dos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisierais"(Gálatas 5.17). Puesto que la maldad es parte de la misma naturaleza del hombre, siendo heredada por cada individuo según una larga línea de antecesores pecadores, es evidente que cualquier justicia que proceda de él debe consistir solamente en "trapos de inmundicia" (Isaías 64.6) al ser comparada con la ropa de la justicia de Dios.
El Salvador ilustró la imposibilidad de que las buenas obras procedan de un corazón pecaminoso en términos tan inquívocos como estos: "No hay buen árbol que dé mal fruto, ni árbol malo que dé buen fruto. Cada árbol se conoce por su fruto. No se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas. Y el mal hombre del mal tesoro de su corazon saca lo malo. Porque de la abundancia del corazón habla la boca" (Lucas 6.44-45). Es decir, un hombre no puede hacer el bien hasta no haber sido primeramente hecho bueno. Por lo tanto, los actos realizados por una persona pecaminosa no tienen posibilidad alguna de hacerlo justo; al contrario, proviniendo de un corazón impío, son actos impíos, añadiéndose así a la cuenta de su pecaminosidad. Sólo maldad puede venir de un corazón malo, y la maldad multiplicada no puede resultar en un solo acto bueno; por lo tanto, es vana la esperanza de que una persona mala pueda venir a ser hecha justa por sus propios esfuerzos. Primero debe ser hecha justa, antes de que pueda hacer el bien que se le requiere, y que desearía hacer.
El asunto queda pues así:
1. La ley de Dios es perfecta justicia, y se demanda perfecta conformidad con ella a todo aquel que quiera entrar al reino de los cielos.
2. Pero la ley no tiene partícula de justicia que poder dar a hombre alguno, porque todos son pecadores e incapacitados para cumplir con sus requerimientos. Poco importa cuán diligentemente o cuánto tesón obre el ser humano, nada de lo que puede hacer es suficiente para colmar la plena medida de las demandas de la ley. Es demasiado elevada como para que él la alcance; no puede obtener justicia por la ley. "Por las obras de la Ley ninguno será justificado -hecho justo- ante él". ¡Qué condición tan deplorable! Debemos obtener la justicia que es por la ley, o no podemos entrar en el cielo. Y sin embargo, la ley no tiene justicia para ninguno de nosotros. No premiará nuestros esfuerzos más persistentes y enérgicos con la más pequeña porción de esa santidad que es imprescinidble para ver al Señor.
¿Quién, entonces, puede ser salvo? ¿Puede existir una cosa tal como personas justas? -Si, porque la Biblia habla con frecuencia de ellas. Habla de Lot como "aquel hombre justo". Leemos: "Decid al justo que le irá bien, porque comerá del fruto de sus acciones" (Isaías 3.10), indicando de esta manera que habrá personas justas que recibirán la recompensa; y se declara llanamente que habrá por fin una nación justa: "En aquel día cantarán este canto en tierra de Judá: Fuerte ciudad tenemos. Salud puso Dios por muros y antemuro. Abrid las puertas, y entrará la gente justa, guardadora de verdades". (Isaías 26.1 y 2). David dijo: "Tu ley es la verdad" (Salmos 119.142). No es solamente la verdad, sino que es la suma de toda la verdad. En consecuencia, la nación que guardará toda la verdad será una nación que guarda la ley de Dios. Estará formada por hacedores de su voluntad, y entrarán en el reino de los cielos (Mateo 7.21).
E.J.Waggoner, Cristo y Su Justicia.
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