7.CONOCIENDO A JESÚS. "Su estrella hemos visto"
CONOCIENDO A JESÚS.
"Su estrella hemos visto"
"Y como fue nacido Jesús en Bethlehem de Judea en días del rey Herodes, he aquí unos magos vinieron del oriente a Jerusalem, diciendo: ¿Dónde está el Rey de los Judios, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle."
Mateo 2.1-2
Los magos del Oriente eran filósofos. Pertenecían a la clase numerosa e influyente, que incluía hombres de noble alcurnia y poseía gran parte de las riquezas y del saber de su nación. Entre ellos había muchos que explotaban la credulidad del pueblo. Otros eran hombres rectos que estudiaban las manifestaciones de la Providencia en la naturaleza, y eran honrados por su integridad y sabiduría. De este carácter eran los magos que vinieron a Jesús.
La luz de Dios está siempre resplandeciendo aun en medio de las tinieblas del paganismo. Mientras estos magos estudiaban los cielos tachonados de estrellas, y trataban de escudriñar el oculto misterio de sus brillantes derroteros, ontemplaban la gloria del Creador. Buscando un conocimiento más claro, se dirigieron a las Escrituras hebreas. (...) Pero en el Antiguo Testamento, el advenimiento del Salvador se revelaba más claramente. Con gozo supieron los magos que su venida se acercaba, y que todo el mundo iba a quedar lleno del conociemiendo de la gloria de Jehová.
Los magos habían visto una luz misteriosa en los cielos la noche en que la gloria de Dios inundó las colinas de Belén. Al desvanecerse la luz, apareció una estrella luminosa que permaneció en los cielos. No era una estrella fija ni un planeta, y el fenómeno excitó el mayor interés. Esa estrella era un distante grupo de resplandecientes ángeles, pero los sabios lo ignoraban. Sin embargo, tenían la impresión de que la estrella era de especial importancia para ellos. Consultaron a los sacerdotes y filósofos, y examinaron los rollos de los antiguos anales. La profecía de Balaam declaraba: “Saldrá estrella de Jacob, y levantaráse cetro de Israel.” ¿Podría haber sido enviada esta extraña estrella como precursora del Prometido? Los magos habían recibido con gratitud la luz de la verdad enviada por el cielo; ahora esa luz se derramaba sobre ellos en rayos más brillantes. En sueños, recibieron la indicación de ir en busca del Príncipe recién nacido.
Así como por la fe Abrahán salió al llamamiento de Dios, “sin saber dónde iba;” así como por la fe Israel siguió la columna de nube hasta la tierra prometida, estos gentiles salieron para hallar al Salvador prometido.
Cuando llegaron a la tierra de Israel, y mientras bajaban del monte de las Olivas, teniendo a Jerusalén a la vista, he aquí que la estrella que los había guiado durante todo el camino se detuvo sobre el templo, y después de un momento desapareció de su vista. Con avidez aceleraron el paso, esperando con toda confianza que el nacimiento del Mesías sería el motivo de toda conversación. Pero preguntaron en vano al respecto. Entrando en la ciudad santa, se dirigieron hacia el templo. Para su gran asombro, no encontraron allí nadie que pareciese saber nada del recién nacido Rey. Sus preguntas no provocaban expresiones de gozo, sino más bien de sorpresa y temor, y hasta de desprecio.
Los sacerdotes repetían tradiciones. Hacían alarde de su religión y de su piedad personal, mientras denunciaban a los griegos y romanos como paganos, y más pecadores que los demás. Los magos no eran idólatras, y a la vista de Dios ocupaban una posición mucho más elevada que aquellos que profesaban adorarle; y sin embargo, los judíos los consideraban paganos. Aun entre aquellos que fueron designados guardianes de los Santos Oráculos, sus ávidas preguntas no despertaron simpatía.
La noticia de la llegada de los magos cundió rápidamente por toda Jerusalén. Su extraña misión creó agitación entre el pueblo, agitación que penetró hasta en el palacio del rey Herodes.
Los sacerdotes y ancianos de Jerusalén no eran tan ignorantes acerca del nacimiento de Cristo como aparentaban. El informe de la visita de los ángeles a los pastores había sido llevado a Jerusalén, pero los rabinos lo habían considerado indigno de su atención. Ellos podrían haber encontrado a Jesús, y haber estado listos para conducir a los magos al lugar donde naciera; pero en vez de ello, los sabios vinieron a llamarles la atención al nacimiento del Mesías. “¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido?—dijeron;—porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.”
Entonces el orgullo y la envidia cerraron la puerta a la luz. Si los informes traídos por los pastores y los magos habían de ser aceptados, eso colocaba a los sacerdotes y rabinos en una posición poco envidiable, pues desmentía su pretensión de ser exponentes de la verdad de Dios. Esos sabios maestros no querían rebajarse a recibir instrucciones de aquellos a quienes llamaban paganos. No podía ser, razonaban, que Dios los hubiera pasado por alto para comunicarse con pastores ignorantes y gentiles incircuncisos. Resolvieron demostrar su desprecio por los informes que agitaban al rey Herodes y a toda Jerusalén. Ni aun quisieron ir a Belén para ver si esas cosas eran así. E indujeron al pueblo a considerar el interés en Jesús como una excitación fanática. Así empezaron a rechazar a Cristo los sacerdotes y rabinos. Desde entonces, su orgullo y terquedad fueron en aumento hasta transformarse en odio arraigado contra el Salvador. Mientras Dios estaba abriendo la puerta a los gentiles, los dirigentes judíos se la estaban cerrando a sí mismos
Los magos salieron solos de Jerusalén. Las sombras de la noche iban cayendo cuando pasaron por las puertas, pero para gran gozo suyo volvieron a ver la estrella, y ella los encaminó hacia Belén. Ellos no habían recibido ninguna indicación del humilde estado de Jesús, como la que había sido dada a los pastores. Después del largo viaje, se quedaron desilusionados por la indiferencia de los dirigentes judíos, y habían salido de Jerusalén con menos confianza que cuando entraron en la ciudad. En Belén, no encontraron ninguna guardia real para proteger al recién nacido Rey. No le asistía ninguno de los hombres honrados por el mundo. Jesús se hallaba acostado en un pesebre. Sus padres, campesinos sin educación, eran sus únicos guardianes. ¿Podía ser aquel niño el personaje de quien se había escrito que había de “levantar las tribus de Jacob” y restaurar “los asolamientos de Israel;” que sería “luz de las gentes,” y “salud hasta lo postrero de la tierra”? “Y entrando en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, le adoraron.” Bajo el humilde disfraz de Jesús, reconocieron la presencia de la divinidad. Le dieron sus corazones como a su Salvador, y entonces sacaron sus presentes, “oro e incienso y mirra.” ¡Qué fe la suya! Podría haberse dicho de los magos del Oriente, como se dijo más tarde del centurión romano: “Ni aun en Israel he hallado fe tanta.”
Los magos habían estado entre los primeros en dar la bienvenida al Redentor. Su presente fué el primero depositado a sus pies. Y mediante este presente, ¡qué privilegio de servir tuvieron! Dios se deleita en honrar la ofrenda del corazón que ama, dándole la mayor eficacia en su servicio. Si hemos dado nuestro corazón a Jesús, le traeremos también nuestros donativos. Nuestro oro y plata, nuestras posesiones terrenales más preciosas, nuestros dones mentales y espirituales más elevados, serán dedicados libremente a Aquel que nos amó y se dió a sí mismo por nosotros.
E.G.White, El Deseado de Todas las Gentes
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