2. VIDA EN ABUNDANCIA. Poder para hacer frente a toda tentación

VIDA EN ABUNDANCIA

Poder para hacer frente a toda tentación



El que realmente cree en Cristo es hecho partícipe de la naturaleza divina y tiene poder del cual puede apropiarse en cada tentación.

Como el hombre caído no podía vencer a Satanás con su fuerza humana, Cristo vino de los atrios reales del cielo para ayudarlo con su fuerza combinada divina y humana. Cristo sabía que Adán en el Edén, en sus circunstancias ventajosas, podría haber resistido las tentaciones de Satanás y haberlo vencido. También sabía que no era posible que el hombre fuera del Edén, separado de la luz y del amor de Dios desde la caída, resistiera las tentaciones de Satanás con su propia fuerza. A fin de proporcionar esperanza al hombre y salvarlo de la completa ruina, se humilló a sí mismo al tomar la naturaleza del hombre, para que con su poder divino combinado con el humano, pudiese alcanzar al hombre allí donde estaba. Para todos los caídos hijos e hijas de Adán obtuvo esa fuerza que es imposible que obtengan por sí mismos, para que en su nombre puedan vencer las tentaciones de Satanás.

Jesús conoce las circunstancias particulares de cada alma. Cuanto más grave es la culpa del pecador, tanto más necesita del Salvador. Su corazón rebosante de simpatía y amor divinos se siente atraído ante todo hacia el que está más desesperadamente enredado en los lazos del enemigo. Con su propia sangre firmó Cristo los documentos de emancipación de la humanidad.

Jesús no quiere que los comprados a tanto precio sean juguete de las tentaciones del enemigo. No quiere que seamos vencidos ni que perezcamos. El que dominó los leones en su foso, y anduvo con sus fieles testigos entre las llamas, está igualmente dispuesto a obrar en nuestro favor para refrenar toda mala propensión de nuestra naturaleza. Hoy está ante el altar de la misericordia, presentando a Dios las oraciones de los que desean su ayuda. No rechaza a ningún  ser humano lloroso y contrito. Perdonará sin reserva a cuantos acudan a él en súplica de perdón y restauración. A nadie dice todo lo
que pudiera revelar, sino que exhorta a toda alma temblorosa a que cobre ánimo. Todo el que quiera puede valerse de la fuerza de Dios, y hacer la paz con él, y el Señor la hará también.

A las almas que se vuelven a él en busca de amparo, Jesús las levanta sobre toda acusación y calumnia. Ningún hombre ni ángel maligno puede incriminar a estas almas. Cristo las une con su propia naturaleza divina y humana.

 Aquellos a quienes Cristo más haya perdonado serán los que más le amarán. Estos son los que en el último día estarán más cerca de su trono. “Y verán su cara; y su nombre estará en sus frentes”.

E.G.White, La temperancia

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