7. CONOCIENDO A JESÚS. Días de conflicto y la vida en Nazaret

CONOCIENDO A JESÚS

Días de conflicto y la vida en Nazaret



Los Maestros judíos habían formulado muchas reglas para el pueblo y le imponían exigencias que Dios no había ordenado. Los niños también debían conocer y obedecer esos reglamentos. Jesús no trató de aprender lo que los rabinos enseñaban, pero tuvo cuidado de no hablar irrespetuosamente de ellos; sólo estudiaba las Escrituras y obedecía las leyes de Dios.
 
Muchas veces fue reprendido por no obedecer lo que otros obedecían. Entonces mostraba por medio de la Biblia qué era lo correcto. Jesús siempre trataba de hacer felices a otros. Debido a que era tan bondadoso y amable, los rabinos pensaban que conseguirían que actuara como ellos. Pero no lo lograron. Cuando le exigían que obedeciera sus leyes, preguntaba qué enseñaba la Biblia, pues sólo estaba dispuesto a hacer lo que la Palabra de Dios dijera. Esto enojaba a los rabinos. Sabían que sus enseñanzas eran contrarias a la Biblia y sin embargo se disgustaban con Jesús porque rehusaba obedecerles. Se quejaban de él ante sus padres. José y María pensaban que los rabinos eran hombres buenos, y Jesús soportaba la culpa, lo cual era muy difícil.
 
Los hermanos de Jesús también se ponían de parte de los rabinos y afirmaban que las palabras de estos maestros, debían ser consideradas como mandamientos de Dios. Reprendían a Jesús por lo que consideraban una actitud de superioridad ante los dirigentes del pueblo.
 
Los rabinos se consideraban mejores que los otros hombres, y no se relacionaban con el común del pueblo. Despreciaban a los pobres e ignorantes, y aun a los enfermos y dolientes dejaba sin consuelo y sin esperanza.
 
Jesús, por el contrario, manifestaba un interés amoroso por todas las personas. Trataba de aliviar el sufrimiento de quienes se relacionaban con él. No tenía dinero para dar, pero a menudo se privaba del alimento para ayudar a otros.

Cuando sus hermanos hablaban duramente a los pobres y desgraciados, Jesús iba a verlos y les hablaba palabras de bondad y ánimo. A los que estaban con hambre y sed, les llevaba un vaso de agua fría y a menudo les daba si propio alimento. Todo esto desagradaba a sus hermanos, quienes lo amenazaban y trataban de atemorizarlo, pero él continuaba haciendo lo que Dios había dicho.
Muchas fueron las pruebas y tentaciones que Jesús tuvo que soportar, porque Satanás estaba siempre acechando para vencerlo. Si Jesús hubiese cometido una equivocación, o pronunciado una palabra impaciente, no podría haber sido nuestro Salvador y todo el mundo se habría perdido. Satanás lo sabía muy bien y por eso trataba insistentemente de inducirlo a pecar.

Aunque el Salvador siempre estuvo protegido por ángeles celestiales, su vida fue una larga lucha contra los poderes de las tinieblas. Ninguno de nosotros tendrá jamás que enfrentar tentaciones tan terribles como las suyas.
 
Pero para cada tentación él tenía una respuesta: “Escrito está”. A menudo reprochaba la mala conducta de sus hermanos, y les declaraba lo que Dios había dicho.

Nazaret era una ciudad malvada y los niños y jóvenes trataban de que Jesús los acompañase en sus malos caminos. Como era inteligente y alegre, gustaban de su compañía, pero los firmes principios que él revelaba despertaban su enojo. Muchas veces lo llamaban cobarde, cuando rehusaba unirse a ellos en algún acto prohibido. También se burlaban de él, porque era cuidadoso en las cosas pequeñas. A todo esto contestaba: “Escrito está”. “El temor del Señor es la sabiduría, y el apartarse del mal, la inteligencia”. Job 28:28. Amar el mal es amar la muerte, porque “la paga del pecado es muerte”. Romanos 6:23. Jesús no peleaba por sus derechos. Cuando se lo trataba ásperamente, lo soportaba con paciencia. Debido a que manifestaba tan buena disposición y nunca se quejaba, muchas veces hacían su trabajo innecesariamente difícil. Sin embargo no se desanimaba, porque sabía que Dios aprobaba lo que hacía.
 
Sus horas más felices eran las que pasaba a solas con la naturaleza y con Dios. Cuando terminaba su trabajo, le gustaba salir al campo a meditar en los verdes valles, a orar a Dios en la ladera de la montaña, o en medio de los árboles del bosque.
 
Escuchaba a la alondra que entonaba sus gorjeos musicales al Creador y su voz se unía a ella en alabanza y reconocimiento. Con un canto daba la bienvenida a la luz de la mañana. El amanecer muchas veces lo encontraba en algún lugar tranquilo, pensando en Dios, estudiando la Biblia, o en oración.
 
Después de estas horas pacíficas regresaba a su hogar para asumir nuevamente sus responsabilidades y para dar un ejemplo de trabajo paciente. Dondequiera que estuviese, su presencia parecía atraer a los ángeles. Todas las clases sociales sentían la influencia de su vida pura y santa.

Aunque era inocente y puro, andaba entre los irreflexivos, los rudos y los descorteses; en medio de los injustos recolectores de impuestos, los derrochadores descuidados, los impíos samaritanos, los soldados paganos y los rudos campesinos.
 
Tenía siempre una palabra de simpatía para todos los hombres cansados, y sin embargo obligados a llevar cargas pesadas. Compartía sus penas y les repetía las lecciones que había aprendido de la naturaleza acerca del amor, la bondad y la misericordia de Dios.

Les enseñaba a mirarse a sí mismos y valorar sus preciosos talentos, que si se usaban correctamente les permitirían adquirir las riquezas eternas. Con su propio ejemplo enseñó que todo momento es valioso y debe ser empleado con fines positivos.
 
A ningún ser humano consideró indigno, sino que trató de animar aun al más rudo y al menos promisorio. Les decía que Dios los amaba como a hijos y que ellos podían llegar a ser semejantes a él en carácter.

Así, en una forma tranquila, Jesús, desde los mismos días de su niñez, trabajó por los demás. Ninguno de los maestros eruditos, ni aun sus propios hermanos, podía hacerle abandonar esta misión.
 
Con ferviente propósito, iba ejecutando el diseño de su vida, pues había de ser la Luz del mundo.

E.G.White,  La única esperanza

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