5. BUENAS NUEVAS. Aceptos en el amado (1)

BUENAS NUEVAS

Aceptos en el amado (1)


"Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (Mateo 6.33)

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Muchas personas no se atreven a decidirse a servir al Señor porque temen que Dios no los aceptará; y miles que durante años han sido profesos seguidores de Cristo están todavía dudando de su aceptación por Dios. Escribo para el beneficio de los tales, y no confundiré sus mentes con especulaciones, sino que procuraré señalarles las sencillas promesas de la palabra de Dios.

"¿Me recibirá el Señor?" Contesto con otra pregunta: ¿Recibirá un hombre aquello que ha comprado? Si vas al almacén y haces una compra, ¿recibirás la mercancía al serte entregada? ¡Claro que lo harás! El hecho de que compraste la mercancía, y de que pagaste tu dinero por ella es suficiente prueba, no solamente de que estás dispuesto, sino también deseoso de recibirla. Si no la quisieras, no la habrías comprado. Más aun, cuanto más hayas pagado por la mercancía, más ansioso estarás por recibirla. Si el precio que pagaste es enorme, y casi has dado tu vida para obtenerla, no hay duda de que aceptarás el artículo al serte entregado. Estarás preocupado, no vaya a producirse algún error en la entrega.

Ahora apliquemos esta ilustración sencilla y cotidiana al caso del pecador que acude a Cristo. En primer lugar, él nos ha comprado. "¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, que tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio" (1 Cor. 6:19 y 20).

El precio que pagó por nosotros fue su propia sangre, su vida. Pablo dice a los santos de Éfeso: "Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en medio del cual el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, que él ganó con su propia sangre" (Hech. 20:28). "Sabed que habéis sido rescatados de la vana conducta de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha ni defecto" (1 Pedro 1:18 y 19). "Él se dio a sí mismo por nosotros" (Tito 2:14). "Se dio a sí mismo por nuestros pecados, para librarnos de este presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre" (Gál. 1:4).

No compró a cierta clase, sino a todo un mundo de pecadores. "Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único" (Juan 3:16). Jesús dijo: "El pan que daré por la vida del mundo es mi carne" (Juan 6:51). "Cuanto aún éramos débiles, a su tiempo Cristo murió por los impíos". "Dios demuestra su amor hacia nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Rom. 5:6 y 8).

El precio pagado fue infinito, por lo tanto podemos saber que realmente deseaba aquello que compró. Estaba determinado a obtenerlo. No podía estar satisfecho sin ello (ver Fil. 2:6-8; Heb. 12:2; Isa. 53:11).

"Pero no soy digno". Es decir, sientes que no vales el precio que pagó por ti, y por lo tanto temes venir, no sea que Cristo repudie la compra. Podrías albergar algún temor a ese respecto, si la venta no hubiera sido sellada y el precio no hubiera sido pagado ya. Si Cristo decidiera no aceptarte debido a que no vales el precio, no solamente te perdería a ti, sino también todo lo que pagó. Aunque la mercancía no valiese lo que pagaste por ella, no serías tan inconsecuente como para despreciarla. Preferirías obtener algo a cambio de tu dinero, que no obtener nada.

Pero hay más: no tienes motivo para preocuparte por lo que respecta al valor. Cuando Cristo vino a la tierra interesado en esa compra, "no necesitaba que nadie le dijera nada acerca de los hombres, porque él sabía lo que hay en el hombre" (Juan 2:25). Él hizo la compra con los ojos bien abiertos, y sabía el valor exacto de aquello que compraba. No está en absoluto decepcionado cuando vienes a él, y ve que no posees ningún valor. En nada te ha de preocupar el asunto del valor. Si él, con pleno conocimiento del caso, se sintió satisfecho de hacer esa transacción, debieras ser el último en quejarte.

Efectivamente: la maravillosa verdad es que te compró por la precisa razón de que no eras digno. Su ojo experimentado vio grandes posibilidades en ti y te compró, no por el valor que tuvieras o tengas ahora, sino por lo que él puede hacer de ti. Te dice: "Yo, yo Soy el que borro tus rebeliones, por mi bien" (Isa. 43:25). Nosotros carecemos de justicia; es por eso que nos compró, "para que seamos hechos la justicia de Dios en él". Dice Pablo: "Porque en Cristo habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad. Y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad" (Col. 2:9 y 10).

E. J. Waggoner, Cristo y Su Justicia

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