3. EL LLAMADO DEL TESTIGO FIEL. ¡Ni una sola expresión de encomio por parte de Jesús!: No es gratuito

EL LLAMADO DEL TESTIGO FIEL

¡Ni una sola expresión de encomio (alabanza), por parte de Jesús!

No es gratuito


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Cristo aclara incluso todavía más que tenemos que entregar algo, pagar algo, al referirse a la segunda ‘compra’ que debemos hacer de Él –"y seas vestido de vestiduras blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez" (Apocalipsis 3 vers. 18). Dirigiéndose al ángel de la iglesia, pone de manifiesto que es en tanto en cuanto denominación que aparecemos en esa desafortunada condición. El remedio que nos urge a usar implica el principio básico de la culpabilidad y arrepentimiento corporativos:

(a) No podemos "comprar" esas vestiduras de la justicia de Cristo para ponérnoslas al 99 % o menos; las necesitamos al 100 %. La justicia jamás es de alguna forma innata; jamás es algo nuestro. Todo cuanto poseemos por nosotros mismos es injusticia. En otras palabras, excepto por la gracia de Cristo, no somos mejores que ninguna otra persona. Si no hubiésemos tenido Salvador, estaríamos estrictamente "desnudos". Los pecados de cualquier otro serían los nuestros, si no fuese por su gracia.

(b) El reconocimiento de ese principio humilla nuestro orgullo hasta el polvo. No hay para nosotros ninguna forma en la que podamos obtener esa especial vestidura de justicia a menos que primero tomemos conciencia de nuestra desnudez espiritual y estemos dispuestos a deponer nuestras ideas erróneas a cambio de la verdad, lo único que puede cubrir nuestra vergüenza. El impacto de su llamamiento aparece así como algo sorprendente. ¿No somos acaso una denominación próspera, respetada, de unos seis millones de miembros [actualmente más del triple], y con grandes instituciones? ¿No pretendemos con razón ser una de las denominaciones que están en rápida expansión en el mundo? ¿Por qué no nos felicita Cristo, a la vista de todos esos logros?

(c) Él no está hablando de logros. El problema de nuestra "desnudez" es nuestra falta de comprensión del evangelio mismo. Es ahí donde el cargo de Cristo golpea la espina dorsal de nuestra autoestima denominacional, y despierta nuestra indignación. Si logramos obviar la implicación de las palabras de Cristo, pretendiendo que Él se refiere meramente a nosotros como individuos, entonces podemos evadir el cargo. Así, siempre podemos suponer que es algún otro individuo el que está espiritualmente "desnudo", mientras que corporativamente seguimos bien vestidos. Es solamente cuando comprendemos que el "ángel" representa corporativamente a la iglesia en sus dirigentes, cuando comenzamos a sentirnos profundamente inquietados. Nuestra placentera sensación de estar correctamente ataviados como denominación, se viene abajo con crudeza.

(d) Considérese, como ejemplo, la pretensión de otro cuerpo de profesos cristianos: los Mormones. Sus "vestiduras" teológicas han sido su creencia en la inspiración divina de Joseph Smith y la escritura de su libro de Mormón. Pero la evidencia es clara para todo el mundo, de que el fundamento de su "fe" es un tremendo fraude. Imagínese la magnitud de su vergüenza corporativa, habida cuenta de su conocimiento de los hechos, así como de su honestidad intelectual!
Nuestro problema no son las "27 doctrinas", ni nuestra historia, cuya validez general es incuestionable. Nuestra desnudez corporativa radica en nuestra carencia de la verdad que solamente puede dar sentido a las "27 doctrinas" –el mensaje de la justicia de Cristo, que el Señor quiso darnos hace más de cien años.

Ese mensaje habría iluminado la tierra con su gloria, de haberlo poseído: "La justificación por la fe en Cristo se hará manifiesta en la transformación del carácter. Esa es la señal ante el mundo, de la verdad de las doctrinas que profesamos" (E. G. White 1888 Materials, p. 1532). 
"Un interés prevalecerá, un tema absorberá a todos los demás, –CRISTO, NUESTRA JUSTICIA" (Review and Herald Extra, 23 Diciembre, 1890)
 "¿En qué consiste la miseria y la desnudez de los que se sienten ricos y enriquecidos? Es la carencia de la justicia de Cristo. Debido a su justicia propia se los representa como cubiertos de andrajos, no obstante lo cual se vanaglorian que están ataviados con la justicia de Cristo. ¿Puede haber un engaño más grande?" (Cada Día con Dios, p. 226)*.
¿Por cuánto tiempo continuaremos con la orgullosa pretensión de poseer el artículo genuino? En el caso de los Mormones, en tanto que pueblo, probablemente no se sientan preocupados por su predicamento histórico y teológico (y hablamos con todo el respeto), porque no constituyen un pueblo formado a partir de la verdad del mensaje de los tres ángeles. No pretenden tenerse ante el mundo como "los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús". Tampoco tienen un sentido aguzado de la conciencia espiritual, tal como el que los escritos de E. White nos ha imbuido a nosotros. Si los Mormones pueden sustentar su comunidad social y económicamente, probablemente se sentirán corporativamente satisfechos, incluso desprovistos de esas "vestiduras blancas" de la justicia de Cristo, para cubrir su vergüenza histórica y teológica.

(e) Pero nosotros no podemos hacer tal cosa, ya que poseemos una conciencia corporativa orientada por encima de todo hacia la verdad. Nuestra iglesia se formó por la pura fuerza de la palabra de la verdad. ¡Alabado sea el Señor, nuestra conciencia será siempre inevitablemente despertada por el "testimonio directo" de Cristo! Especialmente en América del Norte, la cuna del adventismo, lugar donde nuestra "desnudez" se está haciendo cada vez más patente, la realidad nos llevará antes o después a afrontar lo dicho por Cristo.

(f) El reconocimiento de la culpabilidad compartida corporativamente, nos salva de caer en esa fantasía de ‘yo soy más santo que tú’ [Isa. 65:5]. Ninguno de nosotros puede criticar a otro, ya que todos compartimos la falta por la que Cristo nos reprende.
Robert J. Wieland, Sé, pues, celoso y arrepiéntete, pueblo mío.

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