3. EL LLAMADO DEL TESTIGO FIEL. La iglesia como cuerpo de Cristo
EL LLAMADO DEL TESTIGO FIEL
La iglesia como cuerpo de Cristo
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Nuestras exhortaciones continuadas a ser una "iglesia activa" nos han llevado al agotamiento. Nuestras innumerables conminaciones a "hacer" algo, en contraste con la sencilla invitación divina a "ver" algo.
Para comprender lo que implica el llamado de Cristo al arrepentimiento, debemos considerar la brillante metáfora de Pablo sobre la iglesia como un "cuerpo". Mantenemos una relación corporal, cada uno con los demás, y con Cristo mismo como cabeza. Si bien esa noción es francamente extraña a nuestra mente occidental, resulta bíblicamente esencial.
En Efesios 4:15,16 Pablo da sentido a ese concepto bíblico de lo corporativo –relativo al "cuerpo": "Siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todas cosas en aquel que es la cabeza, a saber, Cristo; del cual, todo el cuerpo compuesto y bien ligado entre sí por todas las junturas de su alimento, que recibe según la operación, cada miembro conforme a su medida toma aumento de cuerpo edificándose en amor".
"Porque de la manera que el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros…así también Cristo" (1 Cor. 12:12). Pablo amplía aquí su ilustración. Hay una unidad corporativa, es ese "un cuerpo" del versículo 13, una diversidad corporativa compuesta por diversos "miembros" (vers. 15-18), una necesidad corporativa percibida por todos ("ni el ojo puede decir a la mano: no te he menester", vers. 21,22), un equilibrio corporal entre los varios miembros (vers. 23,24), una "preocupación" corporativa que cada uno siente por el otro, y por la Cabeza (vers. 25), así como un sufrimiento o un gozo corporativos, compartidos por todos los miembros (vers. 26). Si golpeo mi pie contra una roca puntiaguda, todo mi cuerpo siente el dolor. Si la pierna pudiese hablar, probablemente diría algo así como, "Lo siento, no calculé bien la dirección del pie". El ojo respondería, "No: es culpa mía, debí prestar mayor atención a esa piedra en el camino".
La palabra "cuerpo" es un sustantivo. "Corporal" significa relativo al cuerpo. Pero no existe ningún adjetivo en castellano, que exprese la relación de unos miembros del "cuerpo" con los otros, excepto la palabra "corporativo", tomada del término latino corpus. El diccionario lo define como "relativo a un todo, compuesto por individuos". Nuestra propia experiencia lo puede explicar con llaneza. ¿Qué sucede cuando nos herimos en un pie? Nos apercibimos de repente de la estrecha relación corporativa de cada uno de nuestros miembros y órganos. Todo nuestro cuerpo se pone en acción para tratar de aliviar el pie maltrecho. El dolor produce un malestar en todo nuestro ser. El resto de órganos y miembros siente una preocupación corporativa por la parte herida, como si sintiesen ellos el dolor. "Si una parte del cuerpo sufre, todas las demás sufren también" (1 Cor. 12:26, Dios habla hoy).
Todo "cisma" en el cuerpo, viene a resultar en una amputación, a evitar a casi cualquier costo. De igual forma, toda acción de desunión, falsa representación, o falta de compasión en la iglesia, son extrañas a Cristo y a su cuerpo. Tan extrañas como lo son la enfermedad o el accidente a nuestro cuerpo humano. El pecado representa un accidente tal para "el cuerpo de Cristo", y la culpabilidad es su enfermedad.
Frecuentemente sufrimos la enfermedad, sin saber exactamente cuál es el órgano enfermo, o ni siquiera cuál es la causa. Podemos también sufrir por el pecado, sin saber exactamente lo que es. ¿Cómo puede el pecado tener una naturaleza personal, y también corporativa?
En zonas endémicas de malaria, las personas sufren la picadura del mosquito anofeles, y contraen así la infección. Unos diez días después de ser inoculados, la multiplicación de los parásitos en la sangre da lugar a la fiebre propia de la malaria. No solamente enferma el brazo –o miembro– que el mosquito picó, sino que todo el cuerpo comparte la fiebre. El sistema circulatorio llevó los parásitos a todas las partes. Es una enfermedad corporativa.
Cuando recibimos la inyección de un medicamento contra la malaria en uno de nuestros "miembros", el lugar receptor no es el único miembro beneficiado. La medicina se difunde y comienza su acción en todo el cuerpo, que pronto resulta sanado de la enfermedad. La fiebre desaparece de la totalidad del cuerpo, no meramente del "miembro" que recibió la inyección del medicamento. Se trata de una curación corporativa.
El poeta John Donne (siglo XVII) captó la idea:
"Ningún hombre es una isla, completa en sí misma; todo hombre es una pieza en el continente, una parte del todo… La muerte de todo hombre me disminuye, ya que estoy implicado en la humanidad; por lo tanto, nunca preguntes por quién repican las campanas: repican por ti" (Devotions, XVII).
"Ningún hombre es una isla, completa en sí misma; todo hombre es una pieza en el continente, una parte del todo… La muerte de todo hombre me disminuye, ya que estoy implicado en la humanidad; por lo tanto, nunca preguntes por quién repican las campanas: repican por ti" (Devotions, XVII).
Un paso más, y Donne hubiese podido decir: "La muerte de todo hombre me disminuye, ya que estoy implicado en la humanidad; por lo tanto, nunca preguntes quién crucificó a Cristo: fuiste tú".
Los leones pueden ilustrar el principio solidario de la humanidad. Sólo unos pocos leones, en el África, vienen a convertirse en devoradores de hombres. La mayoría de ellos no han comido jamás a un ser humano. ¿Significa eso que algunos leones son malos, y otros buenos? No. No hay ninguna diferencia en lo concerniente a la naturaleza de cualquier león que sea. Dadas las circunstancias propicias, cualquier león hambriento se convertirá en un devorador de hombres.
¿Dice Cristo, en su mensaje a Laodicea, que nuestro orgullo, nuestra ceguera, nuestra pobreza espiritual, nuestra condición cuitada, sean corporativas? ¿Somos participantes de una enfermedad espiritual compartida que es como la fiebre malárica en el cuerpo humano, o como la naturaleza de un león: algo que afecta al todo? La mente hebrea responde afirmativamente.
Robert J. Wieland. Sé pues celoso y arrepiéntete, pueblo mío
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