3. EL LLAMADO DEL TESTIGO FIEL. ¡Ni una sola expresión de encomio por parte de Jesús! La esencia del problema

EL LLAMADO DEL TESTIGO FIEL

¡Ni una sola expresión de encomio (alabanza), por parte de Jesús!

La esencia del problema



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El asunto no es si comprendemos y predicamos la versión popular de la justificación por la fe, tal como hacen las iglesias Evangélicas guardadoras del domingo. Podemos hacer eso por mil años, y continuar sin dar el mensaje singular que el Señor nos encomendó [TM, 91,92]. Dios no nos llama al ecumenismo.
 
Por contraste con lo anterior, el asunto importante es, ¿que hemos hecho con la luz avanzada que E. White calificó como "el principio" del fuerte clamor y la lluvia tardía? [RH, 22 noviembre 1892]. Si es cierto que durante décadas hemos estado proclamando de forma poderosa la justicia por la fe, ¿por qué aún no hemos "alborotado" el mundo, tal como hicieron los apóstoles? Si la genuina justicia por la fe es la luz que debe iluminar la tierra con su gloria (Apoc. 18:1-4), ¿por qué hasta el día de hoy no la hemos iluminado? Y ¿por qué estamos perdiendo una proporción tan grande de nuestra propia juventud en América del Norte? ¿Pudiera ser que hubiésemos estado jactándonos realmente en los términos empleados por Cristo para revelar nuestro estado, al dirigirse a Laodicea? Se cuestiona su diagnóstico. La sierva del Señor dijo en repetidas ocasiones que cuando ‘compremos’ el tipo de justicia por la fe representado por el ‘oro afinado en fuego’, la comisión evangélica hallará rápido cumplimiento, "la obra se propagará como fuego en el rastrojo" [I MS, 138]. Tal cosa no ha sucedido realmente aún. No todavía, con más de 900 millones de musulmanes y cerca de un billón de hindúes esperando que se les predique el evangelio, así como muchos millones más de pretendidos cristianos, y otros.
 
Nos enfrentamos aquí al gran punto decisivo del Adventismo. O bien estamos de una parte, o de la contraria. O bien Jesús está equivocado al decir que somos "pobres" y "cuitados", siendo que realmente somos "ricos" como creemos, o bien somos realmente "pobres", y Él ha puesto su dedo en el centro mismo de la llaga de nuestro orgullo denominacional. Sus palabras fueron piedra de tropiezo y roca de ofensa para los dirigentes de los judíos de antaño, ¿lo son de nuevo para nosotros?

Robert J. Wieland, Sé pues celoso y arrepiéntete, pueblo mío.

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