CONOCIENDO A JESÚS. Su nacimiento

SU NACIMIENTO

 

En la pequeña ciudad de Nazaret, situada entre las colinas de Galilea, se hallaba el hogar de José y María, conocidos más tarde como los padres terrenales de Jesús.

José era del linaje o de la familia de David, de manera que cuando se promulgó el decreto de realizar un censo del pueblo, tuvo que ir a Belén, la ciudad de David, para hacer inscribir su nombre. Fue un viaje penoso, teniendo en cuenta la forma de viajar de aquellos tiempos.

María, que iba con su esposo, se sentía muy cansada al ascender la colina sobre la cual se levantaba Belén. ¡Cuánto anhelaba tener un lugar cómodo para descansar! Pero las posadas estaban llenas. Los ricos y orgullosos estaban bien atentidos, mientras estos humildes viajeros debían encontrar descanso en un rústico albergue de ganado.

José y María tenían pocas riquezas terrenales, pero poseían el amor de Dios, y esto los hacía ricos en contentamiento y paz. Eran hijos del Rey celestian que estaba por conferirles un honor maravilloso.

Los ángeles los habían guiado mientras se hallaban de viaje, y cuando llegó la noche, y fueron a descansar no se sintieron solos: los mensajeros celestiales todavía estaban con ellos.

Allí, en ese humilde albergue, nació Jesús, el Salvador, y fue colocado en un pesebre. En esa rústica cuna descansaba el Hijo del Altísimo, aquel cuya presencia había llenado los atrios del cielo con su gloria.

Antes de venir a la tierra, Jesús era el Comandante de las huestes angelicales. los más brillantes y exaltados de los hijos de la mañana proclamaban con su gloria en la creación. Velaban sus rostros ante él cuando se sentaba en su trono. Echaban sus coronas a sus pies y entonaban sus cánticos de triunfo cuando contemplaban su grandeza.

Sin embargo, este Ser glorioso amaba al pobre pecador y tomó la forma de un siervo para sufrir y morir por nosotros.  Por amor a nosotros aceptó una vida de privaciones y una muerte vergonzosa. Eligió cambiar la adoración de la hueste angelical por las burlas y el escarnio de los hombres malvados. 

Jesús hizo todo esto para mostrarnos cuánto nos ama Dios. Vivió sobre la tierra para enseñarnos cómo hemos de honrar a Dios por la obediencia a su voluntad. Lo hizo para que, siguiendo su ejemplo, podamos finalmente vivir con él en su hogar celestial.  

E.G. White, La única esperanza.

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