1. UN CONFLICTO CÓSMICO REAL. EL ZARANDEO: Perseguidos

EL ZARANDEO

Perseguidos

 



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 “Todos los que quieren vivir píamente en Cristo Jesús, padecerán persecución” (2 Tim 3:16).
 
Ese también es un principio universal, expresado por Alguien que no está sujeto a error. Cuando la iglesia es pura, es perseguida. Cuando no es perseguida… es posible que no esté viviendo píamente, y en tal caso podría incluso llegar a atreverse a perseguir ella misma a miembros que no quieren participar en la infidelidad que hay en su seno. Eso ha sucedido repetidamente en la historia del pueblo de Dios. Hay tantos ejemplos, que no hace falta citar ninguno en particular (si no acudieran unos cuantos a tu mente, te sugiero la lectura de Mateo 23).

En todo caso, se cumple que todos los que quieran vivir piamente en Cristo Jesús padecerán persecución, sea de parte del mundo, o sea de parte de alguien entre el propio pueblo de Dios, cuando éste rebaja su nivel espiritual asemejándolo al del mundo. Esto último es muy triste, pero es posible. Fue la experiencia de muchos profetas, y E. White no fue la excepción. Ciertamente, su fidelidad inquebrantable al pueblo de Dios y a su llamado profético son como un ancla en la historia de las tormentas por las que ha atravesado la nave adventista. ¡Qué pertinentes son aquí las palabras de Santiago 5:10!
“Hermanos míos, tomad por ejemplo de aflicción y de paciencia, a los profetas que hablaron en nombre del Señor”.
 
En Juan 16:2 leemos: “Os echarán de las sinagogas; y aun viene la hora, cuando cualquiera que os matare, pensará que hace servició a Dios”.
 
Nuestros pioneros en el adventismo fueron echados de las “sinagogas”. No salieron de ellas, sino que fueron expulsados. No es imposible que alguien sea expulsado de igual manera por ser fiel a Dios, y en ese caso puede estar seguro de que “Jehová no lo dejará en sus manos, ni lo condenará cuando le juzgaren” (Sal 37:33). Pero hay una diferencia entre ser echado, e irse, y la diferencia es determinante: es tanta como la que hay entre ser martirizado y suicidarse. Ser martirizado por Cristo es la máxima expresión de bienaventuranza. Por el contrario, nadie puede suicidarse por Cristo. No lo hizo Saúl y no lo hizo Judas.
Ya que has leído hasta aquí, me voy a atrever a darte un consejo, si bien querría recordarte antes una promesa:
 
“Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia: porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando os vituperaren y os persiguieren, y dijeren de vosotros todo mal por mi causa, mintiendo. Gozaos y alegraos; porque vuestra merced es grande en los cielos: que así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (Mat 5:10-12).
 
Jesús siguió afirmando: “Vosotros sois la sal de la tierra”. Tú, que eres perseguido por causa del evangelio, eres la sal de la tierra. Pero también hay que saber ser perseguido. ¡Hasta eso se tiene que aprender!
 
Ahora viene mi consejo, el que me doy a mí mismo, por si pudiera serte útil. Lo aplico especialmente al tiempo del fin, a la experiencia del pueblo de Dios en el tiempo de la consumación del mensaje de los tres ángeles, si bien lo creo válido para toda otra ocasión: para la vida en la iglesia, en la familia, etc. Es un principio simple, aunque lo divido en dos partes:
1- No te importe estar entre los perseguidos (recuerda la bienaventuranza).
2- Asegúrate de no estar NUNCA entre los perseguidores (recuerda el carácter de Aquel que pronunció la bienaventuranza).
 
Naturalmente, el primer enunciado da por supuesto que eres perseguido “por causa de la justicia”, no por causa de tu justicia.

Hay un Dios en los cielos. Lo hay y se preocupa, por más que a veces la apariencia pudiera ser otra. Todo está bajo su supervisión y control, su iglesia de una forma especial. Aquel que habita la eternidad, aquel cuyo nombre es el Santo, habita también “con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados” (Isa 57:15).

“Así dijo tu Señor Jehová, y tu Dios, el cual pleitea por su pueblo: He aquí he quitado de tu mano el cáliz de aturdimiento, la hez del cáliz de mi furor; nunca más lo beberás: Y ponerlo he en mano de tus angustiadores que dijeron a tu alma: Encórvate, y pasaremos. Y tú pusiste tu cuerpo como tierra, y como camino, a los que pasan” (Isa 51:22-23).

De militante a triunfante: el zarandeo. LB

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