4. EL MENSAJE DEL TERCER ÁNGEL. Un mensaje de parte de Dios (6)

EL MENSAJE DEL TERCER ÁNGEL

UN MENSAJE DE PARTE DE DIOS (6)



Ahondemos un poco más al responder a la pregunta: ¿Son el nuevo nacimiento y la justicia impartida de Cristo una y la misma cosa, como Waggoner enseñó?

Elena de White nos dice que la justicia impartida de Cristo es nuestra idoneidad para el cielo (Mesanjes para los Jóvenes, p.32). También nos dice que nuestra idoneidad para el cielo se encuentra en la Justicia de Cristo (Deseado de Todas las Gentes p. 267). ¿Es el corazón renovado por el nuevo nacimiento nuestra idoneidad para el cielo? ¿Qué sobre el ladrón en la cruz? El nuevo nacimiento y el perdón de los pecados nos hace idóneos para el cielo, de otra manera Dios no podría llevar a un recién convertido al cielo. Entonces el nuevo nacimiento tiene que ser la justicia impartida de Cristo. Y ya hemos visto que la justicia de Cristo y Su amor son una y la misma cosa. Teniendo esto en mente, evaluemos este comentario: "Jesús vino a impartir el Espíritu Santo en el alma humana, mediante el cual el amor de Dios es derramado en el corazón" (Review and Herald, 20 de marzo de 1894)

Entonces el amor de Dios, o su justicia, es derramado o impartido en la mente a través del Espíritu Santo. Cuando el Espíritu de Dios se recibe en el corazón por la fe, nuestro amor y lealtad se concentran en Cristo, según lo dicho en la cita que aparece a continuación:

"El me glorificará: porque tomará de lo mío, y os lo hará saber." (Juan 16.14). Con estas palabras Cristo declara la obra culminante del Espíritu Santo. El Espíritu glorifica a Cristo convirtiéndolo en el supremo objeto de estima, y el Salvador llega a ser delicia y el regocijo del elemento humano en cuyo corazón se obra esta transformación" Mi Vida Hoy, p. 50. 

La obra culminante del Espíritu es impartir el amor o justicia mediante la cual el creyente es tranformado o santificado. Notemos que el tener nuestro amor centrado en Cristo como supremo objeto de estima es una transformación del carácter. Esto aleja nuestra mente de centrarse en sí misma, para centrarse en su Creador, donde debiera estar centrada, y donde lo estuvo cuando fue creada.


Low Scarbrought, Árboles de Justicia. El Mensaje de 1888

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