6. ALIENTOS DE VIDA ETERNA. Arrepentimiento espasmódico
ALIENTOS DE VIDA ETERNA
Arrepentimiento espasmódico
"He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono".
Apocalipsis 3.20-21
Quizá algunos digan: ¿"Por qué se hace resonar este mensaje tan constantemente en nuestros oídos? Porque no os arrepentís plenamente. No vivís en Cristo ni Cristo mora en vosotros. Cuando un ídolo es expulsado del alma, Satanás tiene otro preparado para ocupar su lugar. A menos que os consagréis enteramente a Cristo y viváis en comunión con él, a menos que lo hagáis vuestro Consejero, hallaréis que vuestro corazón, abierto a los malos pensamientos, fácilmente se desvía del servicio de Dios al servicio del yo.
A veces quizá deseéis arrepentiros. Pero a menos que os reformés y pongáis en práctica las verdades que habéis aprendido, a menos que tengáis una fe activa que obre, una fe que aumente constantemente en vigor, vuestro arrepentimiento será como el rocío matutino. No dará alivio permanente al alma. Un arrepentimiento originado por el ejercicio espasmódico de los sentimientos es un arrepentimiento del que debemos arrepentirnos, pues es engañoso. Un ejercicio violento de los snetimientos, que no produce en vosotros frutos apacibles de justicia, os deja en una condición peor que antes.
Cada día el tentador os seguirá las pisadas con alguna engañosa y plausible excusa para vuestro egoísmo, vuestra complacencia propia, y reincidiréis en vuestras viejas prácticas descuidando la obra de servir a Dios, por la cual ganaríais esperanza, consuelo y seguridad.
Dios demanda un servicio voluntario: un servicio inspirado por el amor de Jesús en el corazón. Dios nunca está satisfecho con un servicio a medias y egoísta. Requiere todo el corazón, los afectos indivisos, una fe completa y confianza en su poder para salvar del pecado...
Dios honrará y sostendrá a toda alma leal y ferviente que está procurando caminar ante él en la perfección de la gracia de Cristo. El Señor Jesús nunca abandonará ni dejará a un alma humilde y temblorosa. ¿Creeremos que el Señor obrará en nuestro corazón? ¿Que si le permitimos que lo haga, nos hará puros y santos por su rica gracia que nos capacita para ser colaboradores juntamente con él? Con percepción agua y santificada, ¿podemos apreciar la fuerza de las promesas de Dios y nos apropiamos de ellas individualmente, no porque seamos dignos sino porque Cristo es digno, no porque seamos justos, sino porque con fe viviente demandamos para nosotros la justicia de Cristo?
E.G.White, Manuscrito 125, 1901
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