2. VIDA EN ABUNDANCIA. Sin Cristo, no hay reforma genuina

VIDA EN ABUNDANCIA

Sin Cristo, no hay reforma genuina



Sin el poder divino, ninguna reforma verdadera puede llevarse a cabo. Las vallas humanas levantadas contra las tendencias naturales y fomentadas no son más que bancos de arena contra un torrente. Sólo cuando la vida de Cristo es en nuestra vida un poder vivificador podemos resistir las tentaciones que nos acomten de dentro y de fuera.
Cristo vino a este mundo y vivió conforme a la ley de Dios para que el hombre pudiera dominar perfectamente las inclinaciones naturales que corrompen en alma. Él es el médico del alma y del cuerpo y da la victoria sobre las pasiones guerreantes. Ha provisto todo medio que el hombre pueda poseer un carácter perfecto.
Al entregarse uno a Cristo, la mente se sujeta a la dirección de la ley; pero ésta es la ley real, que proclama la libertad a todo cautivo. Al hacerse uno con Cristo, el hombre queda libre. Sujetarse a la voluntad de Cristo significa ser restaurado a la perfecta dignidad de hombre.
Obedecer a Dios es quedar libre de la servidumbre del pecado y de las pasiones e impulsos humanos. El hombre puede ser vencedor de sí mismo, triunfar de sus propias inclinaciones, de principados y potestades, de los "señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas", y de las "malicias espirituales en los aires".
E.G.White, El Ministerio de Curación, p. 92-93. La temperancia, p.97-98

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