1. UN CONFLICTO CÓSMICO REAL: EL ZARANDEO: La evidencia bíblica y la separación del trigo y la cizaña.
EL ZARANDEO
La evidencia bíblica y la separación del trigo y la cizaña
(Continuación de: UN CONFLICTO CÓSMICO REAL: EL ZARANDEO )
"Sion con juicio será rescatada, y los convertidos de ella con justicia. Mas los rebeldes y pecadores a una serán quebrantados, y los que dejan a Jehová serán consumidos" (Isaías 1.27-28)
"Tus edificadores vendrán aprisa; tus destructores y tus asoladores saldrán de ti. Porque tus asolamientos, y tus ruinas, y tu tierra desierta, ahora será angosta por la multitud de los moradores, y tus destruidores serán apartados lejos" (Isaías 49.17 y 19).
Ese texto añade algo que también es extremadamente importante en términos prácticos. Está encerrado en su primera palabra. Comprenderlo determina nuestra actitud ante lo que percibimos como apostasía en el pueblo de Dios. Ese concepto está también implícito en la parábola del trigo y la cizaña. Mateo 13.30.
Otra ilustración equivalente a la del grano y la paja, es la del trigo y la cizaña. Sabemos que en la iglesia militante hay trigo y hay cizaña. Pero Dios no nos ha dado la sabiduría para determinar cuál es cuál. En lugar de eso, nos ha dado la seguridad de que tiene una iglesia remanente de la que Cristo es la cabeza y quien da la salud al cuerpo. Nos ha asegurado que Cristo amó a su imperfecta iglesia y se entregó a sí mismo por ella. Efesios 5.23 y 25. Es él quien se encargará a su debido tiempo de que los asoladores, los destruidores, los rebeldes y pecadores salgan de entre nosotros. No sólo debemos abstenernos de tomar en nuestras indignas manos esa labor de arrancar la cizaña, sino que debemos abstenernos igualmente de tomar en nuestras indignas mentes la labor de juzgar o determinar quién constitye dicha cizaña. Podríamos muy bien ser nosotros mismos, por más que nos duela, excepto que manifestemos "la paciencia de los santos", además de guardar los mandamientos y la fe de Jesús. Dejar esa labor al único que está cualificado para efectuarla no es sólo un asunto de prudencia, sino de sabiduría.
En contraste con el mensaje dado a Babilonia, en el llamado a Laodicea no hay ninguna orden a salir de ella; ni algo que se le parezca. Quien aplica a Laodicea el imperativo "salid de ella", tiene una tremenda confusión entre Laodicea y Babilonia. El creyente que forma hoy parte del pueblo de Dios, puede estar en una de estas dos situaciones: (1) incorporado a su pueblo denominado, a su pueblo remanente, o bien (2) puede estar todavía en el seno de Babilonia, ha de salir de ella cuando recibe la luz: es fiel al salir de Babolonia. Ahora bien, si el creyente está en el pueblo remanente denominado, es fiel al permanecer en él aun al precio de gemir y clamar.
"Díjole Jehová: Pasa por medio de la ciudad, por medio de Jerusalem, y pon una señal en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella" (Ezequiel 9.4).
Observa bien los que reciben el sello de Dios en esa época de crisis NO están aliviándose al salir de Laodicea -ni tienen expectativa alguna de una salida tal-, sino que están gimiendo y clamando a causa de todas las abominaciones que se hacen en ella.
"La lavedaura de la piedad no ha perdido todo su poder. En el tiempo en que son mayores el peligro y la depresión de la iglesia, el pequeño grupo que se mantiene en la luz estará suspirando y clamando por las abominaciones que se cometen en la tierra. Pero sus oraciones ascenderán más especialmente en favor de la iglesia, porque sus miembros están obrando a la manera del mundo" (2 Joyas de los Testimonios 64).
"Nótese esto con cuidado: los que reciban la marca pura de la verdad desarrollada en ellos por el poder del Espíritu Santo y representada por el sello del hombre vestido de lino, son los que `gimen y claman a causa de todas las abominaciones que se hacen´en la iglesia. Los que no sienten pesar por su propia decadencia espiritual ni lloran por los pecados ajenos, quedarán sin el sello de Dios" (Maranatha 238).
He destacado "no sienten pesar por su propia decadencia espiritual". Hoy en día abundan entre nosotros quienes exhiben una increíble facilidad de criticar todo lo que perciben como una desviación de la verdad en otro miembros -especialmente líderes- del pueblo de Dios. No lo hacen dirigiéndose personalmente a los afectados, sino manifestándolo en los tonos más oscuros en foros públicos, al alcance de cualquier incrédulo, enemigo de la verdad o enemigo del pueblo de Dios. Junto con el fariseo, pueden sentirse satisfechos por no ser como "los otros hombres".
Por toda evidencia, los fariseos tampoco sentían "pesar por su propia decadencia espiritual", ¡y para otros era bien patente! Podríamos decir que estaban sinceramente engañados, pero decir eso nos debiera hacer temblar, porque nosotros podemos estarlo igualmente. De hecho, el contraste entre la evaluación que hace Laodicea de sí misma, y la evaluación que hace de ella el Testigo fiel, nos habla de ese mismo engaño. ¡Y afecta a toda Laodicea! Afrontemos la realidad: la enfermedad de Laodicea no es una epidemia; es una pandemia (aunque tenga cura). Y esa enfermedad incluye la incapacidad para que uno se vea tal como es ("y no conoces").
El mensaje a la iglesia de Sardis, la que representa al período de la Reforma, incluye una severa reprensión: "Tienes nombre de que vives, pero estás muerto". No muy alentador, pero hay una excepción reconfortante (Apocalipsis 3.4): "Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas". ¿Habías observado que en Laodicea no hay ninguna excepción como esa? En Laodicea no hay ninguna parte que quede exenta de la reprensión. No hay "unos pocos que..." conozcan y que no sean tibios.
El mensaje del Testigo fiel de Apocalipsis a Laodicea afirma que Dios sólo puede emplear como parte de la solución, a quienes reconocemos ser parte del problema ("y arrepiéntete"). De la misma forma en que fueron las diez vírgenes -¡todas!- las que cabecearon, el mensaje a Laodicea NO señala a una parte "fiel" del pueblo de Dios que quedaría exenta de la reprensión, y por lo tanto en libertad para -o con la misión especial de- reprender a "los otros hombres". ¿Cuándo dejaremos de aplicar el mensaje del Testigo fiel a otros, y lo aplicaremos a quienes va realmente dirigido? (sugerencia: a todos nosotros).
Lo anterior no es una descalificación del ministerio de reprensión, pero obsérvese que hay una diferencia entre reprender el mal, la maldad, especialmente la que hay en nosotros, en mí particularmente, y reprender a los otros (a los que percibo como "los malos"). El ministerio de la reprensión es, e principio, un ministerio ligado al llamado profético. Quien pretende ejercerlo sin que Dios se lo haya encomendado, core serio peligro de incurrir en la terribel categoría de falso profeta. Es significativo que a los verdaderos profetas que tuvieron que ejercer ese ministerio, les resultó agudamente doloroso tener que comunicar los mensajes de reprensión de parte de Dios. En contraste con ellos muchos se sienten hoy libres para ejercer gustosamente lo que les parece un sano ejercicio del ministerio de reprensión.
"Cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando sobre el cuerpo de Moisés, no se atrevió a usar de juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda" (Judas 9).
Desde luego, si alguien merecía el reproche, ese era Satanás; y si alguein tenía autoridad para reprochar ese era el arcángel Miguel (Cristo). Sin mebargo, declinó emitir juicio de maldición.
Cristo es nuestro ejemplo en todo. Observa cómo ejercio el ministerio de la reprensión (porque efectivamente, ejerció ese ministerio). Cristo estaba lleno de amor abnegado hacía los demás. Estaba dispuesto a dar su vida en favor de aquellos a quienes reprendía. Y lo demostró dándola. ¿Es ese tu caso? Recuerda cómo trató a Judas.
DE MILITANTE A TRIUNFANTE: EL ZARANDEO, LB
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