7. CONOCIENDO A JESÚS. Si no ven señales y milagros.
CONOCIENDO A JESÚS
SI NO VEN SEÑALES Y MILAGROS
"Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había en Capernaum un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo. Éste, cuando oyó que Jesús venía de Judea a Gallilea, vino a Él y le rogó que descendiese y sanase a su hijo, porque estaba a punto de morir. Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios, no creeréis. El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo muera. Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo y se fue."
Juan 4. 46-50
A pesar de toda la evidencia de que Jesús era el Cristo, el solicitante había resuelto creer en él tan sólo si le otorgaba lo que solicitada. (...) Sin embargo, el nomble tenía cierto grado de fe, pues había ido a pedir lo que le parcía la más preciosa de todas las bendiciones. Jesús tenía un don mayor que otorgarle. Deseaba no sólo sanar al niño, sino hacer participar al oficial y su casa de las bendiciones de la salvación, y encender una luz en Capernaum, que había de ser pronto el campo de sus labores. Pero el nomble debía cmprender su necesidad antes de llegar a desear la gracia de Cristo. Este cortesano representaba a muchos de su nación. Se interesaban en Jesús por motivo egoistas. Esperaban recibir algún beneficio especial de su poder, y hacían depender su fe de la obtención de ese favor temporal; pero eran ignorantes de su enfermedad espiritual y no veían su necesidad de gracia divina.
Como un fulgor de luz, las palabras del Salvador al nomble desnudaron su corazón. (...) Su fe se aferró a Cristo así como Jacob trabó del ángel cuando luchaba con él y exclamó: "No te dejaré, si no me bendices".
Y como Jacob, prevaleció. El Salvador no puede apartarse del alma que se aferra a él invocando su gran necesidad. Le dijo: "Ve, tu hijo vive". (...)
El que bendijo al noble en Capernaum siente hoy grandes deseos de bendecirnos. Pero, como el padre afligido, con frecuencia somos inducidos a buscar a Jesús por el deseo de algún beneficio terrenal; y hacemos depender nuestra confianza en su amor sobre el otorgamiento de lo pedido. El Salvador anhela darnos una bendición mayor que la solicitada; y dilata la respuesta a nuestra petición para poder demostrarnos la maldad de nuestro corazón y nuestra profunda necesidad de gracia. Él desea que renunciemos al egoísmo que nos induce a buscarlo. Al confesar nuestra impotencia y acerba necesidad, debemos confiarnos completamente en su amor.
El noble quería ver el cumplimiento de su oración antes de creer; pero tuvo que aceptar la palabra de Jesús de que su petición había sido oída y la bendición otorgada. Nosotros también tenemos que aprender esa lección. No debemos creer porque vemos y sentimos que Dios nos oye. Debemos confiar en sus promesas. Cuando acudimos a él con fe, toda petición entra en el corazón de Dios. Cuando le hemos pedido su bendición debemos creer que la recibiremos y agradecerle porque la hemos recibido. Luego debemos atender nuestras obligaciones, seguros de que la bendición se concretará cuando más la necesitemos. Cuando hayamos aprendido a hacer esto, sabremos que nuestras oraciones son contestadas. Dios obrará por nosotros "mucho más abundantemente de lo que pedimos", "conforme a las riquezas de su gloria" y "según la operación del poder de su fuerza".
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